El primer día que vi a Roxana, me impactó su parecido con la actriz Halle Berry; morena, ojos enormes, una sonrisa preciosa, era lo que más la distinguía, aparte de  aquel cabello negro y muy bien cuidado.  Era una chica muy vanidosa, pero agradable y de mucho ambiente.

La complicidad con su madre, increíble y envidiable, la cual murió hace pocos años, excelente relación con los hermanos y su pareja; un encanto de persona, mis hijas le llamaban de cariño tío Willy. La conocí soltera, tuve la oportunidad de ver nacer a sus dos hijos.

A sus 35 años era madre de un niño de 7 y un embarazo, que lo descubrió 10 días después que asesinaron vilmente a su pareja. No le quedaba más que comenzar de nuevo,  buscando trabajo…  

Al iniciar sus 45 años, empezó a sentirse mal, cansancio, por varios meses, repentinamente bajó de peso,  los problemas económicos la acosaban, su hijo mayor, Gabriel, se graduaba de bachillerato.

Pocos días después de la graduación, una tarde de noviembre, un disgusto en el trabajo la hizo colapsar, empezó con un adormecimiento de lengua y manos. Al tomar agua, se le complicaba, porque no lograba retenerla.  Al salir del trabajo ya presentó problemas del habla, la llevaron a  emergencia de un hospital de Antigua, la atendieron practicantes y la regresaron a casa con parálisis facial.

Continuaron los problemas de salud,  ya su mandíbula y músculos aledaños estaban relajados, no podía sostener ni su propia saliva. Por ese motivo la internan en un hospital privado, donde le inyectan esteroides, lo cual fue un error, empeorando poco a poco, se le fue paralizando su cuerpo.

Como parte del procedimiento le realizan una resonancia magnética y deciden trasladarla a un hospital de la ciudad.  Ella sube la ambulancia, se despide de Gabriel,  encargándole a su hermano  de 10 años, como ella dice “mi confidente, mi amigo” y con sentimiento afirma, “lo hice crecer en un segundo” pensando que moriría. 

De vuelta a la ambulancia, activan las sirenas, iba sentada, si se acostaba se ahogaba. El hermano sostenía la cabeza, ya que no la podía controlar.  Se queda internada, los pronósticos nada alentadores, aunque Roxana totalmente consiente de lo que estaba pasando, pensaba: ¡Auxilio! ¡No me puedo mover!

Escuchando el rechinido de las llantas oxidadas, también las pláticas frías de los médicos y enfermeros: “ella no sobrevivirá”.

De repente deja de escuchar, empieza el mejor de sus sueños viendo a lo lejos que su madre venía caminando  hacia ella, con dos niños (sus hermanos fallecidos también). Ella sintió paz y una felicidad extrema, la madre le dice que debe regresar.  Luego aparece su pareja, quien le dice que siempre estará con ella.

En eso siente ella que algo la empuja fuerte en su pecho, el sueño acaba, “Desperté y tenía muchos aparatos conectados, me habían entubado. Sentía mucha paz, pero a la vez mucho enojo con Dios, no entendía el porqué, lloré, supliqué”, dice con voz entre cortada. Sin saberlo, le había dado el primer paro respiratorio.  Le diagnostican Síndrome de Guillain-Barré (1).  Unos días después, le da el segundo paro respiratorio, por lo cual la mantienen sedada.

Pasan los días y me cuenta: “Después de muchos días aprendí que todo tiene una razón, me perdoné a mí misma, perdoné a las demás personas, entendí que solo así llegaría la paz completa a mi vida, sanando mi corazón, empecé a salir adelante. Se acercó mucha gente a orar. Sufrí mucho, porque las personas que trabajaban ahí me trataban de forma despectiva,  no podía valerme por mi misma, me restregaban mi saliva en la boca, porque no podía controlarlo”.

A Roxana le colocaban, en distintas partes del cuerpo, una dona de silicón para acomodar su cuerpo y no hacer llagas “Eso me dolía tanto. Me maltrataban, porque decían que yo tenía que colaborar más. El dolor era horrible, porque era físico. Me sentía humillada, preocupada por mis hijos, con dudas si quedaría bien o no”.

Confiesa: “Mis pensamientos era todo lo que tenía, pero salió de mí una fuerza de voluntad y empecé a mover mi mano derecha, pude comunicarme con mi familia, con dificultad, escribía”.

Cercanas las fiestas navideñas, la regresan al Hospital de Antigua, donde le toca pasar la navidad y año nuevo, donde también es más factible ver a su familia. Me dice “por fin vi a mis hijos”.

Lo admirable de Roxana fue su fuerza de voluntad saliendo adelante, para volver al cuidado de sus dos grandes motores. Los primeros días se alimentaba por medio de una sonda, luego empezó a ingerir alimentos licuados.  Salió  del hospital los primeros días de  enero, con dificultad al caminar y al hablar, con peso sumamente bajo. A pesar de las terapias dolorosas, ¡está viva!

Muchas veces nos toca pasar momentos difíciles, para que ocurra un cambio. Roxana es una mujer totalmente nueva, con pocas secuelas, totalmente independiente.

Lamentablemente no está trabajando, pero ha logrado salir avante con ayuda familiar, su hijo mayor lleva el quinto semestre de la universidad y su pequeño está a punto de terminar la primaria. 

Es de admirar la fortaleza de las mujeres como ella, que se proponen salir avante y lo logran.

Esta es una historia de la vida real, donde vemos la fortaleza y entereza de una gran mujer, gracias Roxana por contarme su historia.

• Trastorno poco frecuente del sistema inmunológico, ataca los nervios, puede producirse por una infección bacteriana o viral aguda

Fuente:   www.mayoclinic.org

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Por Alejandra Arriaga
Estilista y maquillista profesional
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