Impulso
Hay situaciones que pueden dar la impresión de extinguir toda esperanza de una vida y futuro mejor. Perder a las personas que más amamos, perder nuestro empleo, perder la funcionalidad física, perder nuestras capacidades mentales, el diagnóstico de una enfermedad crónica… Todas estas situaciones pueden ocasionar una ruptura con nuestras expectativas, lo que pensábamos acerca del futuro. Perder aquello que consideramos significativo y valioso puede contribuir a que extraviemos nuestra brújula, nuestra manera de determinar qué es lo que nos llevará a nuestras metas. Cuando esto ocurre, necesitamos de nuevos caminos o estrategias para lograr los antiguos objetivos, muchas veces tomando una nueva dirección.
La esperanza nos impulsa a actuar.
A su vez, lo que elegimos hacer en el presente crea y alimenta la esperanza o bien, ocasiona su detrimento.
La esperanza es un estado orientado hacia el futuro. Nuestros pensamientos sé tornan hacia adelante y nos dicen lo que tenemos que hacer hoy. Nuestros sentimientos nos elevan y nos dan la energía para mantener el esfuerzo. Por ello, se considera que la esperanza es una elección, puede aprenderse y compartirse con otros, es activa y requiere de esfuerzo. El proceso de la esperanza se compone entonces de:
- Plan
- Metas
- Acción