El mundo en el que vivimos está rodeado de malas noticias, a donde quiera que busques fuentes de información actual, sean redes sociales, periódicos, noticieros, la mayoría de los sucesos son hechos lamentables de nuestra sociedad. Cada vez que te encuentras con algún amigo de hace años, lo que hace es resaltar lo mucho que hemos engordado o envejecido, a lo que nos toca responder con una sonrisa falsa y continuar la conversación. Las personas prefieren desacreditarnos y disminuir nuestro valor.

Muchas veces nuestra propia familia dice palabras hirientes que dañan y lastiman nuestro corazón. Una de las cosas más importantes es que recuerdes que lo que escuches llenará tu corazón de fe y esperanza o de pesimismo. Aún más importante es todo aquello que hablas, las palabras que permites que los otros escuchen salir de tu boca.

La verdad es que nadie, ningún hombre o mujer sobre la faz de la tierra tiene autoridad para decirte quién eres como mujer. Nadie tiene el veredicto de tu alma. Solamente Dios puede decirte quién en verdad eres tú, cuando buscas en la Biblia palabras de afirmación, el veredicto que encuentras es que eres Hija del Creador, eres amada, perdonada, justificada, escogida, redimida, hermosa, libre, ungida y más. La lista podría continuar, pero cuando te vuelcas a Dios para preguntar quién eres, para poder experimentar una vida exitosas es necesario que conozcas tu identidad como mujer, y esta viene no de lo que las otras personas piensen o digan de ti, sino de lo que Dios dice de ti. Él siempre tiene para ti palabras de validación.

El mundo y el enemigo del alma se empeñan en herir nuestros corazones diciendo que no eres suficiente y antagonizando todas las afirmaciones que leíste en el párrafo anterior, no solo tu corazón es el que se ve afectado, el de todos los seres humanos en el mundo, todos y todas estamos expuestos a que nos lastimen por medio de las palabras, pero tenemos en nuestras manos la mejor medicina, es solo que aun no la hemos descubierto.

Déjame llevarte hacia ella, “Las palabras amables son como la miel: dulces al alma y saludables para el cuerpo.”. Nosotras podemos (y deberíamos) ofrecer esto a todas las personas que nos rodean. Esto puede ayudar a sanar las heridas de aquellos que nos acompañan en el viaje de la vida.

Nuestra validación propia debe provenir única y exclusivamente de Dios, hasta que esto suceda entonces podrás validar y guiar a otras personas a conocer quienes verdaderamente son y qué es lo que Dios dice acerca de ellos.

Hoy, la invitación es que seas un agente de cambio, el mismo Dios solamente nos da palabras de afirmación en su palabra, parezcámonos más al Creador y afirmemos a las otras personas. Después de todo lo que sembramos es lo que cosechamos, no podemos esperar cosechar fresas luego de sembrar uvas, luego de un tiempo de cuidar tus relaciones a través de las palabras que salen de tu boca, empezarás a escuchar de parte de quienes te rodean palabras que te levantarán el ánimo, que le darán sentido a tu día.

Ya hay muchas personas en el mundo que siembran palabras malas y con ello no me refiero a soeces, sino palabras que desmoralizan, que bajan el ánimo, que entristecen, que desmoronan el alma, las mujeres tenemos la capacidad de sembrar miel en quienes nos rodean y aun más en otras mujeres.

Soy odontóloga y nunca había trabajado en una corporación grande, en cuanto se abrieron las puertas aproveché la oportunidad y empecé a trabajar en una reconocida empresa de servicios de salud, solo para darme cuenta que las mujeres siempre intentamos estar por encima de otras mujeres, hablando mal de las otras, de su vestimenta, su cabello, su actitud, su forma de trabajar, su desempeño, etc. Es triste, pero real, en la mayoría de los lugares donde la mujer se desempeña.

Si eres madre de niñas no les enseñes lo que no son, jamás les faltes el respeto o tomes por inútiles. Si eres amiga, alienta, acompaña, escucha y habla palabras de bien a todas las mujeres que te rodean.

Te dejo un reto, toma tu teléfono, busca entre tus contactos a alguien con quien convivas constantemente pero no le has dado palabras de validación últimamente, puede ser tu mamá, ¿cuándo fue la última vez que le dijiste lo buena y excelente mujer que es?, tu mejor amiga, tu hermana que hace mucho no ves, tu compañera de trabajo que nunca te has dado la oportunidad de conocer porque juzgaste la portada del libro antes de leer su contenido; tu suegra que tan mala fama tiene pero que se esforzó por criar un hombre bueno para ser el padre de tus hijos. Cualquier mujer que esté cerca de ti es un buen comienzo y cuando te conteste pídele dos minutos para decirle la genial persona que es.

Todas las personas necesitamos un porrista en la vida, alguien que sin importar como pinte la vida nos eleve el ánimo, alguien que nos recuerde cada día que somos capaces, excelentes, perfectas, ¿qué te parece si te conviertes en una de esas porristas?

Ser felices no se trata únicamente de ti y de que todo gire a tu alrededor, hacer felices a otros trae como consecuencia que nosotros mismos seamos más felices, cuando alguien vea una llamada entrante en su teléfono que venga de ti, o un mensaje de texto con tu nombre en la pantalla, esa persona correrá a responder tus mensajes y tus llamadas sin importar lo que esté haciendo. Esto pasará si tú te conviertes en su recordatorio de todo lo que Dios piensa de ellos, y entonces tú serás feliz, porque esas palabras traerán miel y medicina también a tu cuerpo.

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Julieta de Escobar

Odontóloga y Bible Journaler

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Dra. Julieta de Escobar

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