¿Nos convertimos en “Virus” en la vida de otros?
En la era de la tecnología, estamos familiarizados con el concepto de un virus informático: un programa que se infiltra en un sistema, lo corrompe y propaga daños a otros sin que se note de inmediato. Lo que tal vez no nos detenemos a pensar es cómo, sin darnos cuenta, los seres humanos también podemos actuar como “virus” en la vida de las personas que nos rodean.
Nuestras acciones, palabras y pensamientos tienen un impacto directo sobre los demás. Cuando actuamos mal o caemos en el pecado, como la envidia, el resentimiento o la mentira, esos actos no solo nos afectan a nosotros mismos, sino que también “infectan” a quienes interactúan con nosotros. Al igual que un virus que se propaga rápidamente, nuestras conductas negativas pueden extenderse y corromper las relaciones que mantenemos, lastimando a aquellos a quienes decimos querer o a quienes deberíamos apoyar.
La metáfora del “virus humano” es profunda. Tal como un virus afecta la funcionalidad de un sistema, los malos actos y pensamientos infectan nuestras mentes, desorientan nuestras decisiones y nos llevan por caminos que nunca deberíamos haber tomado. Muchas veces, sin darnos cuenta, cargamos de negatividad los espacios que habitamos, alejamos a quienes nos rodean y dejamos cicatrices invisibles pero profundas.
¿Pero qué provoca esta infección en nuestras mentes? Muchas veces, se origina en la falta de reflexión y autocontrol. Vivimos en un mundo donde la presión por tener éxito, la constante comparación con los demás y las tentaciones del día a día nos invaden como spam en nuestras bandejas de entrada mentales. Si no filtramos adecuadamente lo que dejamos entrar en nuestras vidas, pronto estaremos llenos de pensamientos tóxicos, actuando sin conciencia de cómo esto nos afecta a nosotros y a otros.
Es crucial que tomemos el control de nuestros pensamientos, purifiquemos nuestra mente y nos protejamos de convertirnos en fuentes de contaminación emocional o espiritual para otros. Tal como protegemos nuestros dispositivos de virus con programas y actualizaciones, debemos proteger nuestra mente con principios sólidos, con la verdad y con la disciplina espiritual.
Como dice 2 Corintios 10:5: “Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” Este versículo nos invita a tomar el control de nuestros pensamientos antes de que ellos nos controlen a nosotros. Es un llamado a ser conscientes de las influencias que dejamos entrar en nuestra mente, a detener cualquier negatividad antes de que se convierta en un “virus” que contamine todo lo demás.
De esta manera, podemos ser agentes de sanidad en lugar de infección, transmitiendo luz, bondad y amor a las personas que tocamos con nuestra vida.