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Saltando al vacío

Imagina que vas caminando por un sendero, todo se ve bien, es un día soleado y disfrutas el camino.

Pareciera un paseo placentero cuando, de pronto, hay un oso enorme y enojado detrás de ti, debes correr y ponerte a salvo. Pero sucede algo inesperado, el sendero termina y te encuentras al borde del abismo. Tu corazón late tan rápido que no sabes si el sonido que escuchas son los pasos acelerados del oso o tu corazón desenfrenado tratando de salir de tu pecho, entonces te enfrentas a una inesperada realidad: estás a punto de morir en las garras y dientes de ese oso feroz. ¿O no?

En ese instante en donde piensas en tu vida, la de los que amas, el momento en que tu vida pasa frente a tus ojos, se te olvida que tienes otra opción, tienes la opción de saltar, rogando que haya algo abajo que amortigüe tu caída y te libre del oso. Hay 0.01% de probabilidad de que sobrevivas al golpe, o que caigas a un río y puedas salir nadando… Pero ¿cómo sabrás si vale la pena el riesgo? No lo sabrás hasta que hayas tomado el riesgo.

La vida tiene un humor extraño y retorcido a veces, te pone en momentos en los que todo parece perdido, gris, que llegaste al final y no hay más salidas; pareciera broma de mal gusto, pero te pone en las situaciones más dolorosas, aterradoras, incómodas e intrigantes solo para ver si te atreves a saltar y aún más, a soltar.

A soltar el miedo, la zona de confort, las malas percepciones de ti mismo, el ambiente tóxico al que te has acostumbrado y te invita a probar esa parte de ti que desconoces, a la que llegarás solo si te arriesgas a elegir la opción menos obvia.

Pero no se trata tampoco de tomar riesgos “porque sí” y saltar hacia todos los precipicios. Se trata de no quedarnos paradas en momentos clave; por ejemplo, mientras el oso nos toma con sus garras afiladas. No podemos quedarnos a lamentarnos la situación si tenemos aún una salida. Suena extraño, pero ¿por qué dejarnos morir, cuando podemos elegir cómo vivir?, aún cuando sean nuestros últimos minutos.

Piensa en tu oso, honra la forma que te sientes al respecto y pregúntate si quieres rendirte y darte por muerta. Si la respuesta es no, en lugar de tomarte el tiempo de ver tu vida pasar frente a tus ojos (¡Hola pasado!), busca a tu alrededor, encuentra tu abismo y salta con los ojos abiertos. Siéntete más viva de lo que podrías haber estado nunca, o por lo menos, más viva de lo que estarías entre las garras del oso.

Prepárate para el aterrizaje y una vez te des cuenta que ese abismo se veía más terrible de lo que en realidad era, vuelve a caminar de regreso a casa, sintiéndote orgullosa de no haberte dejado derrotar por un oso y recuerda que saltar al vacío fue tan valiente como intentar pelear con el oso.

Marielos Serrano

http://@outofthisworldgt

 

 

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