
Madres, catalizadoras de metas (Parte I)
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Un catalizador, en química, es una sustancia (compuesto o elemento) capaz de acelerar (catalizador positivo) o retardar (catalizador negativo o inhibidor) una reacción química, permaneciendo él mismo inalterado (no se consume durante la acción). **
¿Cómo podemos convertirnos en madres catalizadoras de metas?
Los niños, desde muy pequeños están observando el comportamiento de quienes tienen a su cargo el cuidado, la educación y formación de los mismos, ejerciendo una gran influencia en su desarrollo integral: mental, físico, emocional y espiritual.
Partiendo de esa premisa, las madres, debemos ser facilitadoras, personas que acompañamos el camino como catalizadores positivos que aceleran el crecimiento y desarrollo sobre lo que considero tres ejes fundamentales y trascendentales para la consecución de sus metas propias, ayudándoles a abrir sus alas y alzar sus propios vuelos, estos ejes son: 1. amor 2. respeto 3. confianza.
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Amor: el amor en sí mismo integra respeto y confianza, pero además, los frutos del amor son muchos y cada uno de ellos genera un efecto positivo tanto en el receptor como en el emisor. Una madre que actúa desde la incondicionalidad del amor siempre va a desear el bienestar de sus hijos, generando empatía, comprensión, misericordia, bondad, respeto, afecto.
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Respeto: cuando amamos respetamos la vida y el camino de los demás. Reconociendo que nuestros hijos son seres independientes, y que, al igual que nosotras, han venido con misiones y propósitos propios, lo mejor que podemos hacer es acompañarlos desde el respeto en la búsqueda de su propia realización y no de la nuestra.
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Confianza: Como madres debemos transmitir confianza a nuestros hijos en saberlos capaces de aprender a valerse por sí solos, que creemos en sus habilidades y capacidades desde que son pequeños. Con el paso de los años, soltarlos desde la confianza con la que soltamos su mano cuando dieron sus primeros pasos, eso ayudará a desarrollar en ellos la propia. En lugar de pretender seguir cuidando sus espaldas para que no se caigan, debemos caminar a su lado y estar atentas por si resbalan y solicitan nuestra ayuda, ayudarlos a levantarse.
Como resultado positivo de este ciclo, accionamos de manera positiva, transmitiendo un mensaje de paz, de confianza, de justicia, de benignidad; y sobre todo, de amor incondicional: Te amo por quien eres y te acepto como eres, y no como me gustaría que fueras.
Seamos madres, catalizadoras de metas, amemos la esencia de cada hijo, aceptándolos tal y como son, y no como nos gustaría que fueran. Respetemos su forma de ser, de pensar y de actuar. Extendamos brazos para acompañar el camino, reconociendo que nuestros hijos necesitan vivir experiencias propias que le ayudarán a crecer, a madurar, a evolucionar, a trascender y dejar su propio legado.