
APRENDIENDO A PERDONAR A MAMÁ Y COMPRENDER SU HISTORIA
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Cuántas veces hemos dicho: “Nunca me comportaré de la forma que mi madre actuó” refiriéndonos a determinado comportamiento que posiblemente trajo dolor, vergüenza o rechazo a nuestra vida, somos tan rápidas para juzgar y hablar de la mujer que nos llevó en su vientre por nueve meses, y con dolor y hasta temor nos dio la vida. Pero, hay un dicho que dice: “Lo que se juzga se repite”, y no por mala suerte precisamente, sino, porque lo que juzgamos en otros también está en nosotros, y al ver los errores de otros no nos damos cuenta que estamos viendo los nuestros y solamente proyectamos como un espejo. Más aun, cuando se trata de nuestra madre, ya que de ella hemos heredado no solo, la información genética cromosómica, como los rasgos físicos, sino también la información no codificante, que es la responsable de los rasgos emocionales como, el miedo, el trauma, el dolor no dicho y la personalidad, y es así como nos convertimos en aquello que juramos no ser. Y esto nos viene a dar una gran lección, lección que debemos con humildad entender y aprender, aprender que si bien nuestra madre cometió errores fue porque ella también tiene una historia, ella también heredó de su madre información que quedo en su mente, en su inconsciente y que se transmitió en su gran mayoría de una manera no intencional a sus generaciones.
No fue que mamá haya querido lastimarnos con sus palabras que nos hicieron sentir menospreciados, era que ella venía lastimada con las palabras que escuchó y se grabaron en su corazón de niña, no fue que nuestra madre haya querido distanciarse de nosotros, es que la herida de abandono que ella sufrió la alejó de quienes más ama, no fue que ella nos dejara sin importarle lo que nos pasara, es que ella llevaba sobre sus hombros la responsabilidad de sostenernos y sacarnos adelante, pues de pequeña aprendió a cuidar a otros. No es que su trato fuese frío y distante, es que posiblemente ella no recibió el calor y el amor que endulzarían sus acciones y trato a los demás. Nos sentimos muchas veces con el derecho de hablar de ella, y hasta de estar enojados con ella, porque no conocemos su historia, la historia de una infancia difícil y dolorosa, que ha guardado en silencio y ha llevado como una gran carga en su corazón, historia que no es más que el ciclo de patrones que se repiten inconscientemente, pero, que aún oculta, se deja ver en sus heridas y malas decisiones, en el dolor que reflejan sus ojos, y en la culpa muy profunda que puede albergar su corazón, y en los síntomas de su cuerpo enfermo.
Y es que, cuando pensamos en lo que pudo vivir nuestra madre, en las inseguridades que pudo experimentar, el miedo y el silencio por algún abuso ya sea físico, mental, o emocional, en la culpa y vergüenza que pudo haber sentido por algo que hizo o dejo de hacer, o por lo que otros simplemente cargaron sobre ella, en la falta de afecto o rechazo que sufrió por parte de quienes debían amarla y cuidar de ella, se hace más fácil soltar la piedra que llevamos en las manos, que ha estado lista para ser arrojada sobre ella, cuando la culpamos por lo que pensamos que no nos entregó, y al soltar ese piedra al piso, dejamos de ser sus acusadores, dejamos de ser quienes la ven con desdén y comenzamos a tener empatía y comprendemos que nosotros en su lugar hubiésemos hecho lo mismo, y que posiblemente hemos hecho ya.
Perdonar a nuestra madre significa perdonar nuestra historia, significa soltar las cargas generacionales y comenzar a reescribir una historia diferente, para nosotras y los nuestros, dejar el enfado porque no nos amó como nos hubiera gustado, o porque no hizo más por nosotras de lo que hizo, nos libera para no cometer los mismos errores, pues ya no actuamos desde el rencor y la amargura, sino desde la compresión y el perdón, sabiendo que todos merecemos una segunda oportunidad, perdonar a nuestra madre es perdonarnos a nosotras mismas, pues venimos de ella, y nosotras también necesitamos liberarnos de nuestras propias culpas y temores, perdonar a nuestra madre es ponernos en paz con nuestra historia y nuestro destino, si podemos llamarlo así, pues lo que cosechamos o recibimos no es más que lo que sembramos, es la ley de la siembra y la cosecha, al perdonar a nuestra madre, perdonamos generaciones antes de ella, perdonamos abuelas, bisabuelas, y las mujeres que nos precedieron, pues hoy nosotras somos el reflejo de lo que ellas un día fueron o dejaron de ser, perdonar a nuestra madre, nos permite recibir el perdón de Dios para nosotras, en su perdón, Dios nos ha dado una nueva oportunidad, oportunidad de hacer los cambios que necesitamos, para sembrar amor en aquellos que nos rodean.
Hacer las paces con nuestra madre, nos libera, nos sana también de la información que estamos propensas a repetir, y, lejos de buscar culpables, buscamos en nosotras la responsabilidad de cambio, saliendo de ese papel de víctimas y de autocompasión que solamente nos estanca, nos bloquea, y nos condena a seguir repitiendo aquello que más nos duele, porque nos volvemos dependientes del afecto de los demás, pues seguiremos sintiendo que necesitamos ser amadas y valoradas. Tomar hoy la responsabilidad de nuestra felicidad, es dar gracias a nuestra madre por lo que ella hizo, por el hecho de ser ese instrumento que Dios usó para darnos la vida, dar gracias porque en medio de su historia hizo y buscó lo mejor para nosotros, y porque en el abrazo que le damos hoy, sanamos un poco el corazón de esa niña que sigue en ella, esperando ser amada.
Pastora Raquel Godoy
3 comentarios
Me gusto mucho su publicación.
Me sentí identificada
Muy bonito, gracias p0r compartir
Qué bendición tener este tipo de mensajes, en el fondo o el inconsciente siempre hemos juzgado a nuestros padres y esto no nos ha permitido avanzar, soltar y amar que gran consejo. Gracias