
Lo que aprendí de las mujeres al trabajar con ellas
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Trabajar con mujeres no es solo una experiencia profesional, es una lección constante de vida. Desde mi posición, acompañando procesos creativos, decisiones estratégicas y momentos difíciles, he descubierto que el verdadero liderazgo femenino no necesita gritar… porque su poder está en el equilibrio entre la sensibilidad y la firmeza.
He aprendido que una mujer puede estar rota por dentro y aún así sonreír para sostener al equipo. Que puede llorar cinco minutos en el baño y luego regresar a una reunión con la mejor estrategia del día. Que su manera de enfrentar la vida no es débil, es distinta… y profundamente humana.
He sido testigo del amor con el que cuidan los detalles, del coraje con el que defienden una idea, de la intuición que muchas veces anticipa los riesgos que la razón aún no ve. Me han enseñado que el trabajo no se trata solo de resultados, sino de respeto, escucha, empatía, y espacio.
Trabajar con ellas también me ha confrontado: con mis propios prejuicios, con lo que creía saber y no sabía, con el reto de liderar sin imponer, y de admirar sin romantizar. Porque las mujeres no necesitan ser rescatadas, necesitan ser respetadas, valoradas y acompañadas.
Y si algo puedo decir hoy, después de años de compartir oficina, proyectos, sueños y tropiezos con ellas, es que el mundo es mejor cuando se construye en equipo con mujeres. No por obligación, no por cuota… sino porque su manera de estar y hacer deja huellas, cambia realidades y toca vidas.
Gracias por dejarme aprender de ustedes. Por su ejemplo, por su fuerza, por su verdad. Y por recordarme cada día que la verdadera transformación nace del corazón.
"Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas."
— Proverbios 31:10