Cuando el mundo celebra mientras combatimos la ignorancia
El 8 de septiembre se conmemoró el Día Internacional de la Alfabetización, una fecha impulsada por la UNESCO desde 1967 que busca recordar la importancia de la educación como motor de cambio social. Aunque los avances han sido notables, más de 750 millones de adultos en el mundo aún no saben leer ni escribir.
La alfabetización no es un lujo, es un derecho humano. Leer y escribir abre puertas a mejores trabajos, a la participación democrática y a la posibilidad de ejercer otros derechos fundamentales. En pleno 2025, la brecha educativa persiste, y las mujeres constituyen dos tercios de la población analfabeta mundial.
La alfabetización digital se ha convertido en un nuevo frente de batalla. En un mundo dominado por la tecnología, quien no sabe usar una computadora o acceder a internet queda marginado de oportunidades laborales, educativas y sociales. La pandemia ya evidenció esta desigualdad: millones de estudiantes quedaron fuera del aprendizaje remoto por falta de conectividad.
Invertir en educación significa invertir en generaciones enteras. Una mujer alfabetizada tiene más probabilidades de mejorar su salud, la de sus hijos y de aumentar los ingresos de su familia. El impacto es exponencial: cada libro abierto cambia destinos.
Celebrar este día debe ir más allá de las palabras. Gobiernos y organizaciones deben redoblar esfuerzos en programas de alfabetización accesibles, inclusivos y adaptados a la era digital. Porque el conocimiento no solo empodera, también es la herramienta más poderosa contra la pobreza y la desigualdad.









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