En el panorama médico contemporáneo, la genética ya no es accesorio: se convierte en el corazón de terapias personalizadas. Expertos afirman que el entendimiento de variaciones genéticas menores está transformando cómo diagnosticamos enfermedades crónicas, autoinmunes y metabólicas. 

Pero identificar mutaciones no basta. El verdadero avance es el uso de IA y algoritmos inteligentes que integran genética, historial clínico e imágenes médicas para predecir riesgos, optimizar tratamientos y ajustar dosis. Un grupo de investigadores del MIT acaba de presentar un sistema que acelera el análisis de imágenes médicas, reduciendo horas de trabajo humano. 

En oncología, por ejemplo, la combinación de IA y genética permite elegir terapias dirigidas con mayor eficacia y menos efectos secundarios. En cardiología, puede anticipar eventos como infartos en pacientes aparentemente sanos.

Sin embargo, no todo es luz: hay que manejar con cuidado los sesgos en algoritmos, la privacidad de datos genéticos y asegurar que estos avances lleguen a poblaciones menos favorecidas.

Para las mujeres, este cambio es clave: muchas enfermedades femeninas han sido subestimadas porque los estudios genéticos eran poco inclusivos. Un enfoque más justo y personalizado promete cerrar esas brechas.