
En un mundo que aplaude el ruido
Share
La hiperconectividad y la agenda llena, hay un acto revolucionario que pocos se atreven a practicar: estar en silencio contigo mismo.
No me refiero al silencio físico, sino a ese instante en que apagas las voces externas, dejas de correr por cumplir, y simplemente… respiras. Ese momento incómodo al principio, pero necesario, donde te enfrentás con lo que sos, con lo que callás, con lo que sentís y no decís.
Nos enseñaron que estar solos es señal de vacío, de fracaso, de aislamiento. Pero nadie nos dijo que la soledad elegida puede ser medicina, claridad, fuerza. Porque cuando aprendemos a estar con nosotros mismos, sin pantallas, sin filtros, sin pretensiones, descubrimos lo que de verdad nos habita.
Ahí es donde se sana la ansiedad, donde se suaviza la tristeza, donde podemos distinguir entre lo urgente y lo importante. En ese silencio descubrimos que no necesitamos correr tanto para llegar a un lugar donde ya estamos.
Estar contigo mismo no es huir del mundo, es prepararte para habitarlo con más sentido. Y en estos tiempos donde todo se mide por lo que hacés, por cuán productivo sos, por cuántos likes conseguís, detenerte a escucharte es un acto de valentía.
Porque tal vez, lo que más necesitás no es otro compromiso, sino una cita contigo mismo.
"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar."
— Mateo 11:28