Cuando el mundo apuesta por el futuro, pero el reloj del clima sigue corriendo

Cuando el mundo apuesta por el futuro, pero el reloj del clima sigue corriendo

En las últimas semanas, un nuevo informe conjunto del Stockholm Environment Institute, Climate Analytics y el International Institute for Sustainable Development ha sacado la alarma: los planes actuales de varios países productores de combustibles fósiles están destinados a sobrepasar los límites permitidos para mantener el calentamiento global por debajo de los 1.5 °C. Entre esos países figuran algunos de los mayores emisores mundiales, como Estados Unidos, Rusia, China y Arabia Saudita. 

Lo más preocupante es que, en lugar de disminuir, algunos de estos países planean aumentar su producción de carbón, gas y petróleo para 2030 con respecto a los niveles de 2023. Solo unas pocas naciones —Noruega, Reino Unido y Australia— han formalizado compromisos para reducir su extracción. 

Este escenario no es simplemente un problema ambiental abstracto. Significa impactos concretos: más inundaciones, sequías más profundas, pérdida de cosechas, mayor frecuencia de olas de calor. Comunidades vulnerables, muchas de ellas con poca infraestructura para responder a estos cambios, enfrentarán las consecuencias más graves. Las mujeres, en particular, se ven afectadas de manera desproporcionada cuando dependen de recursos naturales, de agua y de labores agrícolas o domésticas —tareas que se vuelven más arduas con un clima extremo.

Frente a esto, en la semana del clima de Nueva York (Climate Week NYC 2025), líderes mundiales, ONGs y empresas privadas hicieron un llamado urgente para alinear acciones reales con compromisos. Iniciativas como “Build Clean Now” y planes de inversión verde dirigidos a países en desarrollo resaltan que la responsabilidad ya no está solo en los gobiernos, sino también en el sector privado y la sociedad civil. 

Pero los informes también muestran una brecha: muchas promesas aún no se traducen en políticas concretas o inversiones suficientes. Los expertos alertan que sin una transición energética acelerada, sostenible y equitativa, el objetivo de 1.5 °C está muy cerca de convertirse en inalcanzable. Y no se trata solo de salvar ecosistemas: está en juego el bienestar de poblaciones que ya hoy luchan por acceso a agua limpia, estabilidad alimentaria, salud y equidad de género.

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