A la vuelta del miedo... está la bendición

A la vuelta del miedo... está la bendición

    

Cómo una caída transformó mi vida y me reconectó con lo más importante

Por años viví convencida de que mi valor estaba en lo que producía. Jamás imaginé dejar de trabajar. Pero un día, una caída inesperada me detuvo en seco... y me abrió los ojos a un plan perfecto que yo no había visto venir.

Una vida de carrera, logros y velocidad

Hace 13 años, trabajaba en el área de ventas de un hotel en la ciudad, en una carrera que amaba profundamente. Había dedicado más de 25 años a ese gremio, rodeada de oportunidades, ambientes dinámicos, y personas interesantes de todo el mundo. Viajaba, aprendía y me sentía plena. Siempre decía: “Trabajaré hasta que el cuerpo aguante”.

Y lo decía en serio. Me gustaba mi trabajo. Jamás repetía un día igual.

Una caída… que me levantó

Todo cambió durante un curso de ventas, en uno de los salones del hotel. Resbalé con una gota de agua y caí sentada. El golpe fue seco, en cámara lenta… pero lo suficientemente fuerte como para fracturarme el coxis en dos partes. El dolor fue tan intenso que vi todo oscuro por unos segundos.

No podía moverme. Estuve un mes en cama y tres meses sin poder trabajar. No podía manejar, ni bajar gradas, ni siquiera usar zapatos. Y sin saberlo, ese día comenzó una transformación en mi vida.

Cuando creía que yo lo hacía todo

Hasta entonces, yo sentía que todo lo que teníamos era gracias a mí y a mi esfuerzo. Vivía repitiendo algo así como: “Todo lo puedo en mí, que me fortalezco”. Pero al mismo tiempo sabía que estaba dejando de lado algo esencial: la educación de mis hijos, el cuidado de mi hogar, la conexión con mi esposo.

Me decía a mí misma que no podía parar, que si lo hacía no alcanzaríamos económicamente. Pero Dios, que siempre ve más allá, me detuvo. Literalmente. Y fue entonces cuando comenzó Su obra en mí.

Empezar de nuevo... desde casa

Comenzamos a ir a la iglesia. Con mi esposo, asistimos a grupos de ayuda. Yo no quería mucho al principio, lo admito… pero fue una gran bendición. Me quedé en casa y empecé a aprender a ser ama de casa.

No fue fácil. Lloré durante casi un año. Me sentía sola, encerrada, sin el ritmo que conocía. Pero también fue el tiempo en que, junto con una larga terapia física, empecé a conocerme, a sanar, a reencontrarme con lo que más amaba: mi familia.

Descubrí la belleza de ser mamá, de ser esposa, de ser el radar y el pilar que siempre debí ser.

Trece años después

Hoy, con la mirada puesta en todo lo que ha pasado, solo puedo sentir orgullo y gratitud. Fue un proceso duro, sí. Hubo frustración, hubo miedo. Pero también hubo crecimiento, transformación y mucha fe.

Tengo un matrimonio sólido, centrado en Dios. Dos hijos adultos que están construyendo su camino. Y una certeza: el dinero era importante, pero nunca tanto como mi presencia en sus vidas. Especialmente en la niñez y adolescencia.

 Confía en el proceso

Tal vez hoy estés viviendo tu propia caída. Tal vez todo parezca una tragedia. Pero confía. Con el tiempo todo cobrará sentido.
No te des por vencida. Dios tiene un plan perfecto.

Uno de mis lemas favoritos es:
“Mientras haya vida… rendirse no es una opción”.

Somos resilientes.
Somos capaces de casi todo.
Y sí: a la vuelta del miedo... está la bendición.

Por:

Rita Ambrosy

ambrosyrita@gmail.com


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