El síndrome de la impostora: una batalla silenciosa entre el éxito y la duda
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Nos encontramos constantemente bombardeadas por imágenes y mensajes que exaltan el éxito: desde las redes sociales hasta la oficina, el concepto de la “mujer fuerte e imparable” parece ser el estándar. Sin embargo, hay una realidad menos visible que muchas experimentamos, aunque pocas lo admitamos: el síndrome de la impostora. Ese sentimiento persistente de que, pese a nuestros logros, no somos lo suficientemente buenas y en cualquier momento alguien descubrirá que no merecemos estar donde estamos.
El libro El síndrome de la impostora aborda este fenómeno que afecta principalmente a las mujeres, quienes, a pesar de ser competentes y exitosas, sienten una constante inseguridad sobre sus capacidades. Una duda interna que se convierte en un muro invisible, dificultando la aceptación plena de nuestros logros. El éxito, en lugar de ser una fuente de orgullo, se ve teñido por la ansiedad de no estar a la altura.
Este sentimiento puede nacer en cualquier etapa de la vida, desde la universidad hasta el entorno laboral, e incluso en roles como la maternidad. Las mujeres, especialmente aquellas que son madres, tías o abuelas, a menudo se sienten en la obligación de cumplir con expectativas irreales, lo que exacerba la autoexigencia y la duda.
Es importante reconocer que estas inseguridades no surgen de una falta de capacidad, sino de un contexto social que históricamente ha puesto a las mujeres en un lugar secundario. La sobrecarga de responsabilidades y la falta de reconocimiento, tanto en el hogar como en el trabajo, refuerzan la idea de que no estamos lo suficientemente preparadas. Pero la verdad es otra: hemos sido, y seguimos siendo, pilares fundamentales en el progreso de la sociedad.
Entonces, ¿cómo podemos combatir este síndrome que tantas veces nos arrebata la confianza en nosotras mismas? El primer paso es reconocerlo. Saber que no estamos solas y que muchas mujeres, incluso aquellas que admiramos, han pasado por lo mismo. El segundo paso es practicar la autocompasión. No se trata de ser perfectas, sino de ser lo mejor que podemos ser en cada momento, sin compararnos con nadie más.
Es hora de que rompamos con ese ciclo de duda y empecemos a celebrar nuestros logros. Porque ser mujer, con todas nuestras responsabilidades y desafíos, ya es un éxito en sí mismo. Hoy, más que nunca, es esencial que nos apoyemos mutuamente y recordemos que merecemos todo lo que hemos logrado.