Una identidad diluida

Una identidad diluida

Hay momentos en la vida en los que sentimos que nuestra identidad se ha ido desvaneciendo poco a poco. Pasamos de ser la hija que buscaba la aprobación de su padre, a la esposa que construyó un hogar, a la madre que se entregó por completo a sus hijos… y, sin darnos cuenta, nos dejamos al final de la lista.
Un día despertamos y nos preguntamos: ¿quién soy yo más allá de los roles que desempeño?

Para muchas mujeres, la respuesta no es clara. Nos descubrimos atrapadas entre heridas del pasado, relaciones que nos marcan y el temor de quedarnos solas. Ese miedo no surge de la nada: muchas lo hemos heredado de la historia de nuestras madres, de lo que vimos en casa, de las ausencias que nos dejaron con un sentimiento de abandono. Y cuando la vida adulta trae sus propias pruebas —infidelidades, rupturas, desencuentros—, esas viejas heridas se activan con más fuerza.

Pero aquí está lo importante: nuestra identidad no está perdida, está dormida. Lo que se diluye puede volver a tomar forma. Y el camino para recuperarla comienza dentro de nosotras mismas.

¿Cómo empezar a reconstruirnos?

  • Reconociendo lo que sentimos. El enojo, la tristeza o la frustración no nos hacen menos; son parte del duelo y es válido sentirlos.

  • Separando nuestro valor de las decisiones de los demás. Que alguien elija irse o quedarse no define lo que valemos.

  • Escuchando a nuestra “yo niña”. Abrazar esas memorias de abandono nos permite darnos hoy lo que entonces no recibimos.

  • Probando cosas nuevas. A veces no sabemos qué nos gusta porque nunca nos dimos permiso de explorarlo. Cada actividad distinta es una oportunidad de reencontrarnos.

  • Cuidando nuestros límites. No tenemos que aceptar situaciones que nos hieren; decir “no” también es un acto de amor propio.

Un mensaje para ti, mujer

Si hoy sientes que tu identidad se ha diluido, recuerda que aún estás a tiempo de redescubrirla. La vida no termina en una relación, ni en una pérdida, ni en un fracaso. La vida se reinventa cada día, y tú tienes el poder de darle forma nueva a la tuya.

Tal vez ahora te sientas rota o sin rumbo, pero dentro de ti hay una semilla que sigue viva. Una semilla de fuerza, de amor y de propósito. Solo necesita que le des un poco de luz, espacio y cuidado para volver a crecer.

Porque no eres únicamente lo que otros ven en ti. Eres tus sueños, tu resiliencia, tu historia y las nuevas páginas que aún faltan por escribir.

“Soy suficiente aunque mi camino cambie”

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