Un torbellino de emociones muy intensas
Un recorrido íntimo por esas emociones que nos sacuden cuando no somos “escogidas”. Un recordatorio de que nuestra valía no depende de nadie más, sino de aprender a volver a nosotras mismas.
Hay momentos en la vida en que el corazón parece desbordarse de sentimientos contradictorios: amor, enojo, tristeza, frustración, miedo y esperanza. Como si dentro de nosotras conviviera un torbellino imposible de controlar, que nos arrastra una y otra vez a preguntarnos: ¿soy suficiente?, ¿qué más me falta?, ¿por qué no me escoge?
Estas preguntas no nacen de la nada; surgen cuando estamos frente a alguien que amamos, pero que parece mantenernos siempre en una posición secundaria, alguien que se acerca y se aleja sin darnos claridad, alguien que nos deja con la duda de si realmente somos vistas, valoradas y amadas como merecemos.
Este artículo es un reflejo de esas emociones, escrito desde la vulnerabilidad y con la intención de ofrecer luz a quienes puedan estar viviendo algo similar.
El vaivén que confunde el alma
Existen relaciones donde la presencia física está, pero la cercanía emocional falta. Esa contradicción abre una herida constante. Por momentos, hay gestos de cercanía: dormir en la misma habitación, compartir rutinas, sonreír a la distancia. Pero otras veces, aparece la frialdad, el silencio y la decisión de tomar distancia.
Es en ese vaivén donde muchas mujeres sentimos el peso del abandono. No porque estemos realmente solas, sino porque la distancia emocional duele más que la ausencia física. Duele cuando alguien está cerca de tu vida, pero lejos de tu corazón.
La herida de no ser “escogida”
Una de las emociones más duras de transitar es la sensación de que, aunque lo hemos dado todo, no somos la opción elegida. Esa herida toca directamente nuestra autoestima. Nos lleva a pensar: ¿qué tengo de malo?, ¿por qué busca fuera lo que siempre ha tenido en mí?, ¿acaso no soy suficiente?
Pero aquí es donde debemos hacer una pausa y recordar algo fundamental: el hecho de que alguien no nos elija no significa que no tengamos valor. Significa, simplemente, que esa persona no está en el mismo nivel de madurez emocional o no busca lo mismo que nosotras.
No se trata de “qué me falta”, sino de “qué no puede ver el otro”. Y esa diferencia no nos hace menos.
Cuando la frustración se convierte en enojo y tristeza
El enojo, la tristeza y la frustración son inevitables. Aparecen cuando sentimos que dimos lo mejor, que acompañamos, que estuvimos ahí incluso en los momentos más difíciles, y aun así recibimos indiferencia.
El corazón se llena de preguntas:
-
¿Por qué no me reconoce?
-
¿Por qué no valora lo que soy?
-
¿Por qué parece despreciarme?
Estas emociones no son un error; son señales de que nos duele profundamente no ser vistas como quisiéramos. La clave está en no quedarnos atrapadas en ese ciclo, porque repetir la herida una y otra vez nos desgasta el alma.
Separar lo que es mío de lo que es suyo
Aquí comienza el camino de la liberación: distinguir lo que me corresponde a mí de lo que le corresponde al otro.
-
Yo sé lo que soy: una mujer valiosa, completa, con la capacidad de amar y de aprender.
-
Yo sé lo que ofrezco: comprensión, madurez, cuidado y crecimiento.
-
Lo que él decida hacer con lo que le doy, ya no está en mis manos.
Cuando logramos separar esas dos partes, empezamos a soltar la carga de sentirnos responsables por las decisiones ajenas.
El poder de volver a mí
Si algo nos enseña este torbellino de emociones es la necesidad de regresar a nosotras mismas.
Preguntarnos: ¿qué necesito yo para estar bien?, ¿qué me devuelve la paz?, ¿qué me recuerda que ya soy suficiente?
La respuesta nunca está en que el otro cambie, sino en cómo decidimos tratarnos a nosotras mismas. Y ahí entra en juego el autocuidado, la autoestima y la autoelección.
Afirmaciones que sanan
Cada vez que la herida de no ser escogida se active, podemos recurrir a afirmaciones sencillas pero poderosas:
-
Yo me elijo primero, siempre.
-
Soy suficiente tal como soy.
-
Mi valor no depende de que alguien me escoja.
-
Merezco amor real, presente y libre.
-
Su indiferencia no define mi grandeza.
Repetir estas frases no es magia inmediata, pero es un recordatorio constante de que el amor propio es la base para sanar.
Abrazar la rabia y la tristeza, pero no quedarnos ahí
Es válido llorar, enojarse, escribir lo que duele, incluso gritar si es necesario. Guardar la rabia y la tristeza solo las convierte en cadenas. Sacarlas es parte de liberar el corazón.
Pero luego de expresarlas, necesitamos dar un paso más: elegir no quedarnos en ese lugar de dolor. Recordar que merecemos algo distinto, que no necesitamos ser reconocidas por alguien más para saber quiénes somos.
Lo que nos dice este torbellino
Al final, estas emociones intensas nos muestran:
-
Que aún tenemos heridas por sanar.
-
Que nuestro deseo de ser vistas y amadas es profundo.
-
Que tenemos la capacidad de elegirnos a nosotras mismas.
Y, sobre todo, que nuestra vida no puede girar alrededor de la decisión de alguien más.
Un cierre con esperanza
Quizás ahora mismo sientas que el torbellino es más fuerte que tú. Pero quiero recordarte algo: los torbellinos no duran para siempre. Se sienten intensos, confusos y abrumadores, pero al final, se disipan.
Y cuando eso suceda, quedarás tú: más fuerte, más consciente de tu valor y más capaz de darte el amor que mereces.
No necesitas ser escogida para brillar. Ya brillas por ti misma. Y cuando empieces a verlo y a vivirlo, descubrirás que la libertad y la paz estaban siempre en tus propias manos.
📌 Palabras finales:
Si estás viviendo un torbellino de emociones muy intensas, recuerda: no estás sola. Muchas mujeres atravesamos este mismo dolor. Pero cada lágrima, cada enojo y cada frustración pueden convertirse en semillas de un nuevo comienzo. Elige volver a ti. Elige ser tu propia respuesta. Elige amarte primero.
Por: Sheila Sandoval









No comments