
En el mes de la madre: “Cuando a la mamá le tocó ser mamá ausente”
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En este mes que en algunos países se celebra el día de la madre, quiero plasmar mi sentir y mi corazón. No se trata de juzgar a nadie ni mucho menos… pero si debemos considerar que a quienes nos tocó en algún tiempo estar ausentes y las que lo fueron en su totalidad, existen razones que nadie más podrá entender ni deben argumentar.
Me divorcié cuando quedé embarazada de mi segundo hijo y me tocó luchar por ellos sola como es el caso de muchas mujeres. Pese a que estuve siempre, me tocó trabajar fuera de mi país y regresar cada fin de semana para cumplir con mi roll porque lo que más me importaba en ese momento darles todo y más… pero tuve o como podrán decir algunas lectoras, tuvimos que perdernos algunos partidos de futbol o alguna presentación del cole. Hay abrazos que se deben, besos que nunca pudimos dar de noche y culpas que todavía pesan en el pecho de nosotras. Todo esto se dio no porque no amamos, sino porque no pudimos estar. Ser mamá ausente no siempre fue una elección. A veces fue la única forma de sobrevivir, de sostener, de cuidar desde la distancia. Y eso también duele.
Hay historias que no caben en un juicio superficial. Detrás de cada madre que no estuvo, hay lágrimas y muchas batallas que nadie vio: trabajos de sol a sol, enfermedades calladas, heridas de infancia no sanadas, o decisiones difíciles tomadas con el corazón apretado y en algunas de nosotras muchísima soledad… soledad que duele.
Pero la ausencia deja huellas. En los hijos, deja preguntas: ¿por qué no estuvo? ¿Por qué eligió el padre incorrecto? Y aunque lo entienden ahora de adultos, si las hicieron en su momento - en nosotras las madres deja grandes silencios y preguntas como esta: ¿Fui suficiente? ¿Lo hice bien? ¿Fallé?
Hoy escribo para mí y para ti, mujer valiente, que en algún momento fuiste mamá ausente parcial o toral. No para juzgarte, sino para decirte que aún puedes estar. Que todavía hay lugar para reconstruir, para sanar, para pedir perdón si es necesario, para explicar con amor lo que antes no pudiste decir.
Tus hijos quizá no necesitan explicaciones perfectas. Solo necesitan verte sincera, vulnerable, disponible. Porque no hay nada más reparador que una madre que se atreve a mirar a los ojos y decir: “no estuve, porque deseaba que no te faltara nada, déjame hoy que ya eres adulto estar a tu lado”
La maternidad no termina cuando los hijos crecen. Siempre hay tiempo para reír juntos, para conversar sin prisa, para abrazarse sin explicación. Una mamá ausente puede volver una y otra vez. Y su regreso puede ser la mejor parte de la historia.
Mi Reflexión
A veces, la maternidad nos exige ausencias que el corazón no aprueba, pero el alma recuerda que siempre podemos volver, sanar y comenzar de nuevo.
1 comentario
Que belleza de artículo cuantas no tuvimos esas madres trabajadoras y ejemplares que a pesar del cansancio llegaban a darnos tiempo de calidad