8 DÍAS DESPUÉS QUE ME MORÍ…

Un ataque al corazón fulminante acabó con mi vida de 50 años, no esperaba que sucediera a esa edad, puesto me faltó conocer a mis nietos, comer más helado de chocolate, darle más besos con amor a mi pareja; poder caminar descalzo hacia la cocina; decirles a los colaboradores que tenía en la empresa que siempre les llevaba un agradecimiento especial en mi corazón por todo lo que hacían diariamente y, claro, lo más importante el poder haber convivido calidad de tiempo con mi hermosa familia. Quizá no solo llegar a cenar y dormirme para recargar baterías, sino haber podido tener pláticas importantes con mis hijos, saber más de ellos en sus cierres de carreras, sueños y demás. Nunca me paré en una tormenta con ellos a mojarme, no fui al cine las veces que me invitaron, les negué muchas cosas de la vida, no compartí jamás la música que escuchaban, y bailé con mis hijas solo para sus 15 años.

50 años en donde pudiera verse que hice mucho, pero al final de mi vida, solo construí un materialismo que me alejó de lo que realmente vale. No llamé todas las semanas a mis padres, sino que hasta para eso existía un espacio en el calendario, para recordarme cuándo verlos o llamarlos, me conformé con enviarles mensajes y emojis por WhatsApp, con palabras bonitas.
Pensé que había vivido ilusionado y que era un apasionado, pero hoy 8 días después que me han puesto en una caja de madera y me han enterrado en el espacio de un cementerio que pasé pagando por más de 10 años, la verdad, es que me imaginé que estaría ahí lleno de pelo blanco, pero solo salieron algunas canas.

Extraño a todos y, en vida, nunca se los dije. Amé a muchas personas y no tuve los pantalones de decirles lo que sentía por ellos. Dejé un escritorio lleno de proyectos, que seguramente ya están en un bote de basura, cuando por muchas noches los estuve dibujando. No le di el beso de despedida a mi esposa el día que morí porque iba 12 minutos tarde a una reunión en la cual al final no me atendieron.
Vivan su vida, porque en un suspiro se va. Y cuando estamos como yo estoy ahora… ya no sirve de nada.
Por:
Kurt Bendfeldt
Presidente Sholben Media
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