Cuando hablamos de proyectos sociales, es importante primero analizar qué problemas han y siguen enfrentando los países a nivel mundial, desde hace varios años. En este sentido vemos que se presentan problemas de tipo social, económico, cultural, político entre otros.  Lo interesante también es darnos cuenta de que los problemas de nuestro país, no son únicos, sino que tienen similitudes a los de otros países, como, por ejemplo: que afectan a la población más vulnerable y que los gobiernos no han podido resolverlos por sí solos.

Uno de los problemas más grandes en la sociedad guatemalteca es la pobreza, aunado a ello la situación de seguridad alimentaria y nutricional, la salud, la educación y el acceso a la vivienda.  Cada una de estas áreas de desarrollo mencionadas, encuentra muchas limitaciones, por ejemplo, en el sector de educación, vemos una baja cobertura del sistema educativo, el analfabetismo en adultos, el bajo nivel de escolaridad, los altos niveles de deserción y la repitencia que se concentran en la población indígena y especialmente en las mujeres.

A lo largo de la historia, vemos como organismos internacionales, de cooperación, organizaciones no gubernamentales y empresas, han estudiado estas problemáticas, a través de la puesta en marcha de mesas técnicas, con especialistas de diferentes áreas de desarrollo.   Esto ha permitido crear sinergia entre ellas y ejecutar acciones que permitan enfrentar los grandes problemas que a nivel mundial se tienen.

Entonces todas aquellas acciones e ideas que se interrelacionan en determinado momento y se llevan a cabo de una forma coordinada con el objetivo de cumplir una meta componen lo que conocemos como proyecto.  Por lo tanto, un proyecto social, es aquel cuyo objetivo es modificar las condiciones de vida de las personas, a través de la satisfacción de sus necesidades básicas.  En la mayoría de los casos estos proyectos suelen ser ideados, desarrollados y concretados por las mismas personas, con el apoyo de técnicos y asesores especialistas en sus áreas.

La transformación social vía los proyectos implica también una gestión local que construye nuevas estructuras de oportunidades y mayores espacios de acción.  Se trata, pues, de revertir situaciones desventajosas que impiden el desarrollo local, el cual se conceptualiza como la capacidad endógena de crear bienestar económico y social.

La viabilidad de los proyectos sociales e iniciativas ciudadanas será positiva en la medida que incluya múltiples factores que determinen su éxito o fracaso.  Por ello requieren de un balance inicial que pondere las fortalezas del proyecto en cuanto a factores de orden social, económico, político, ambiental, entre otros.  Con ello se intenta también, desde una visión sistemática, dar respuesta a los problemas de una comunidad o territorio.  Desde un inicio la población debe tener una participación, pues los ciudadanos son quienes conocen de forma cercana sus problemáticas y necesidades más sentidas.  

La vinculación del proyecto con la comunidad implica articular, activar la “energía social”, y de esta manera crear redes de apoyo, enfocadas al logro de la meta, de los objetivos y cumplir con el propósito de este.  Es crucial también que al finalizar cada proyecto las comunidades asuman un rol de autogestión para la sostenibilidad de los resultados; por ello a lo largo de la implementación de actividades del proyecto es importante crear un alto grado de apropiación por parte de las comunidades.

Finalmente, en el terreno de la gestión social, es crucial superar la burocratización en el diseño y operación de proyectos, lo cual resta dinamicidad y versatilidad.  Es importante transitar a esquemas de gestión de proyectos con mayor flexibilidad, pero a la vez garantizar su continuidad y autosostenibilidad a través de modelos innovadores de seguimiento.

Escrito por Licda. Ivonne López

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