Te extraño papá
Por: Wendy Figueroa
Papá partió hace un par de meses. En el último tiempo enfermó de gravedad y murió. Es increíble cómo cobra tanta relevancia y valor una palabra o un abrazo cuando sabes que no volverá jamás.
Hemos escuchado que hay que valorarnos, expresarnos cariño, vivir el presente y disfrutarlo al máximo, en especial con los que amas. Lastimosamente, muchas veces sólo hasta que te pasa con alguien cerquita a ti, lo comprendes en realidad.
La muerte, por muy cruel y misteriosa que sea, tiene su lado de enseñanza y lecciones que duelen en el corazón, pero que te pueden hacer una mejor persona.
Los hijos somos crueles al juzgar a nuestros padres en vida, pero pedimos que nuestros hijos nos vean con benevolencia a nosotros al juzgarnos como padres. Es muy triste no poder retroceder, aunque sea un minuto y dar un abrazo largo, un te quiero con el alma.
Antes que mi papá muriera, me pidió perdón. Su perdón no fue superficial, al contrario, el me rogó buscando mi perdón por muchas cosas que pasaron y lo más liberador que hice con lágrimas en mis ojos fue concederle mi perdón. Muchas personas dicen en momentos como este: “No hay nada que perdonar, todo está olvidado”, aunque por dentro aún duela.
Lo que pasa es que no nos han enseñado como manejar esa vulnerabilidad, esa exposición tan cruda de abrir nuestro corazón y ver la herida sangrar, pero para sanar en verdad, es así como se hace. Y eso hicimos juntos, yo recibí esas disculpas con cierto agradecimiento porque estaba reconociendo y validando mi dolor. Le concedí mi perdón y le pedí perdón como hija, y él también me lo brindó.
Hoy celebro su vida; sus consejos revolotean en mi cabeza, porque pienso que tenían mucho sentido. Busco ser una mejor madre, ser intencional en dejarle a mis hijos todo el amor que siento por ellos. No por ello significa que los consienta en todo y les complazca en todos sus caprichos, sino dejarles mi esencia, como él me la dio a mí. El ver cómo ese padre orgulloso dejó su orgullo y le dio valor al amor, y con humildad buscó el perdón de Dios y de las personas que lastimó, sólo demuestra que ese ser humano estaba preparándose para su graduación.
Me dijo: “sabes que me preocupé tanto por cosas que nunca pasaron y desperdicié mi tiempo en pensar en ello”. Es algo que creo a todos nos cuesta, a unos más a otros menos, pero cuando mi cabecita empieza a volar, intento recordar esto, ya que me ayuda a calmarme. Puede que te ayude a ti también, por eso te lo comparto.
Si tienes aún a tu papá, dale abrazos más largos, besitos tronados, apapachos quiebra huesitos y perdónalo, como desearías que tus hijos te perdonen a ti, al juzgarte. Feliz día del Padre, papito, que falta me haces.
Es lindo escribirte, hasta una próxima…
Por: Wendy Figueroa
Orientadora Familiar
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