En la actualidad es mucho más difícil ser un buen ejemplo para nuestros jóvenes ya que se encuentran muy expuestos, muchas veces ellos viven en un mundo desconocido para nosotros; ese mundo es la tecnología (redes sociales, páginas de internet, inclusive la televisión y otros más), los expone a lo mejor y lo peor de todo lo que allí pueden encontrar. Lo experimentamos aún más en estos tiempos de distanciamiento.

Las lamentables noticias de los jóvenes que se suicidan o son asesinados y de aquellos que se pierden en las adicciones en general (juegos, drogas, comida, etc.) se han vuelto noticias de rutina; éstas no solo se limitan a áreas rurales, sino que las vemos a todo nivel, creando una gran preocupación que no sabemos cómo afrontar.

Nuestra gran pregunta es ¿qué hicimos mal?  

En mi opinión, debemos velar por ocupar un lugar importante en la vida de nuestros jóvenes. Hoy, más que nunca, nos necesitan, nuestra influencia es clave. Cuando estamos ausentes para nuestros hijos, ellos sin darse cuenta, buscarán modelos a seguir en lugares equivocados o en las personas equivocadas. Es una necesidad o un vacío que solo nosotros debemos llenar.

Estoy convencida que cuando asumimos nuestro papel de guías, cuidando los pasos que damos (porque detrás nuestro vienen ellos), podemos hacer la diferencia; y cuando brindamos el amor correcto, de cuidado, protección, tiempo de calidad y de comunicación podremos asegurar un futuro diferente al de las estadísticas, que encontramos día a día, para nuestros jóvenes.

 
Un aspecto importante es el amor que les brindemos pues ellos necesitan de nuestro afecto entero y cuando no lo encuentran en casa, alguien más se los dará; sin embargo, nunca podrá satisfacer sus necesidades ya que el amor de un padre o una madre es único e irremplazable. Además, nos ayuda a establecer una comunicación emocional.  

Dar amor es la acción más importante que debemos practicar, pero lastimosamente muchos no sabemos como hacerlo…

Los motivos pueden estar en las raíces que nosotros mismos arrastramos, porque no tuvimos amor o no nos enseñaron a amar y mucho menos a expresarlo. Debemos empezar por sanar nuestros propios corazones, amarnos más a nosotras mismas ya que no podemos dar o enseñar lo que no tenemos.

Analicemos cómo estamos, qué áreas debemos mejorar y si es necesario busquemos ayuda, por nosotros y por esos jóvenes que nos están viendo y esperamos que sigan nuestro ejemplo.

También es importante cuidar el ambiente que tenemos en casa, no creo que exista un hogar donde no haya retos que afrontar, pero sí creo que la diferencia está en como los afrontamos.

Yo, soy Maribel Rincón, y mi propósito en la vida es dar a mi prójimo de lo que de gracia he recibido.

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Inga. Maribel Rincón

Fundación Azteca, Guatemala y Honduras