En este mes de mayo se celebra a las mamás, ellas, quienes con su ejemplo nos contagian de su coraje, tenacidad, fuerza y valentía para encarar la vida. En mi caso, soy privilegiada porque Dios me proveyó de una madre maravillosa y que ha sido mi piedra angular para luchar y perseguir mis sueños que han sido mi motor desde que tengo memoria.

Fue precisamente por esos sueños y metas que me establecí que decidí que la maternidad no era lo mío, esa no era mi vocación.

La vida siempre tan acertada me dio dos hermosos regalos, mis sobrinos, quienes se convirtieron en mi razón de ser, en la convicción de ser una mejor persona y sonreír a pesar de todas las adversidades que se nos presentan.

Desde que supe que sería tía por primera vez, mi corazón se ensanchó de un amor único y tan inmenso que va más allá del cielo. Ahora que veo atrás me siento tan afortunada por todo el tiempo que compartí con ese pedacito de niño, siempre tan inquieto, noble, inteligente y amado.

También recuerdo que la segunda vez que me dijeron que sería tía, me inundó una alegría inmensa y contaba los días para conocer a esa personita especial. Mi niño como le digo es un ser increíblemente ingenioso, talentoso y con una chispa en sus ojos que ilumina el entorno.

Verlos crecer ha sido un privilegio hermoso que Dios me ha dado, disfrutar de las ocurrencias en cada una de sus etapas y acompañarlos en ellas, me ha llenado el corazón y me han inyectado de nuevas fuerzas.

Ahora ya tienen 17 y 12 años, respectivamente. Uno está pensando ya en su vocación universitaria y me encanta observarlo serio, analítico y noble (como siempre ha sido); empezando a asumir nuevos retos como el aprender a manejar, a desenvolverse solo y a cocinar. Mientras que el pequeño está enfocado en su apasionante fútbol (entrenando para los partidos de los domingos), en participar en las olimpiadas de matemáticas y en ser un niño feliz.

El tiempo pasa sin excusas ni pretextos y junto con el también reflexiono sobre que legado les estoy dejando, es decir, cómo los acompañó y los guio en su caminar por este mundo para que sean hombres de bien, que aporten a la sociedad y busquen ser promotores de un cambio. Siempre les he dicho que allí estoy para cuando necesiten hablar con alguien y les recuerdo cada vez que los veo que los amo profundamente.

El corazón de una tía es tan grande como el orgullo que siente de saber que sus sobrinos son el regalo más valioso que Dios le dio y un compromiso de ser el mejor referente que ellos pueden tener en pro de sus anhelos.

Patricia Orantes Alarcón Comunicadora Social

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