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Enfrentando la turbulencia

Una vida por delante

A todas nos han enseñado y hemos crecido con esa frase “tienes una vida por delante”. En estos últimos 2 años y medio, creo que la mayoría nos detuvimos y tal vez por primera vez dudamos de esa frase, de su veracidad.

Tengo una hermosa hija que está al final de su adolescencia y como todos a su edad en estos últimos años le tocó vivir duros cambios y situaciones para las cuales nadie estaba preparado bajo ningún punto de vista. Yo como madre, tampoco estaba preparada para poderle decir qué hacer o qué no hacer. Hice lo mejor que pude, con lo que tenía en mi corazón y a mi alcance.  A veces pienso que pude haber hecho más, pero era lo único que en ese momento tenía a mano.

Juntos en familia tomamos decisiones muy difíciles que era necesario tomarlas así. Siempre he creído que una decisión tomada en familia es mejor y no actuar a espaldas de nadie. En esta época convulsionante no fue para nada la excepción y nos tocó vivir cosas muy duras.  Pero desde la perspectiva de madre, y de la cual, la única que hoy puedo hablar, vi cómo mi hija pre adulta se iba cargando de cada una de ellas y no tenía forma de evitarlo.

¿Hasta dónde puede llegar una madre? ¿Cuál es el límite para ayudar o cuándo debe de alejarse? ¿Por qué no hay un manual para esas situaciones?  Siempre he sido partidaria de educar a mis hijos para que puedan pensar por si mismos, para que puedan tomar decisiones solos, afrontando las consecuencias, sean positivas o negativas. Pero estos últimos años les tocó extremadamente duro y no puedo hablar por los hijos de alguien más, solo por los míos.  Tomamos la decisión primero de cambiarla de colegio presencial a uno en línea, especializado en una plataforma de educación así, ya que debido a la pandemia en el colegio que estudiaba ella sentía que no estaba avanzando nada y no le gustaba la forma en que le estaban enseñando.  Así que buscamos y encontramos un colegio en los Estados Unidos y pensamos que esto era genial porque le iba a abrir muchas puertas y así está siendo. Eso nos confirmó que tomamos una muy buena decisión. 

Conforme pasaron los años y la pandemia seguía, tuvimos que dejar nuestra casa, renunciar a ella y sé que a mi hija le afectó mucho, pero como toda la familia lo aceptamos y nos aferramos fuertemente a la mano de Dios para salir de esto.  Ya en la nueva casa, todo iba muy bien, su hermano, mi hijo mayor, logró cumplir uno de sus más grandes sueños, se fue a estudiar la universidad a otro país y esto representó otra perdida más para mi hija.  Ellos eran super unidos y se aman como ningún hermano que yo conozca. Pero nuevamente le tocó aceptarlo y superarlo como mejor pudo. Muchas veces me impresiona la forma en que lo tomó, fuerte, tranquila. 

A los meses de esta separación tuvimos problemas financieros significativos, una pérdida más, un cambio a la forma de vida que estábamos acostumbrados.  Nuevamente me impresionó la forma en que se levantó, se secó las lágrimas y un día tuvo la iniciativa de hacer “Pan de banano” para vender y ayudar a su papá y a la economía de la casa. Trabajamos hombro con hombro hasta el cansancio, jamás dejó de luchar, se mantuvo de pie. Lo que pensamos que era solo una temporada corta, se convirtieron en meses interminables, de incertidumbre, miedo, cansancio y dudas.

Finalmente, a los 2 años de iniciada la pandemia nos dio covid, no pudimos salir invictos de este bicho desgraciado. A la que más fuerte le dio y le quedaron secuelas post covid fue a mi pequeña y nuevamente “no pude hacer nada” para protegerla. La llevé al especialista y desafortunadamente debido a la combinación de las vacunas, tuvo problemas en su corazón, nada grave gracias a Dios. Ella nuevamente se secó las lágrimas, inició su tratamiento, hicimos algunos cambios en nuestra vida; más ejercicios, comer sanamente y seguir tomados de la mano de Dios como siempre lo hemos estado.

Dicen que, si un amigo se va y te deja sola, es porque jamás fue tu amigo.  Eso le tocó comprobarlo y confirmarlo a mi querida hija.  Si a mí, como madre me dolía ver como cada una de sus “amigas” se iba alejando y dejándola sola, no puedo imaginar el dolor que ella tenía en su corazón. Hasta el día de hoy, no tengo idea que pasó o porqué pasó, me gustaría mucho un día poder entenderlo.  Pero gracias a Dios en su corazón no hay rencor, no hay dudas, solo las dejó ir, aceptó ese cambio tan abrupto y doloroso.  Dejaron a mi hija cuando más las necesitaba, dejaron a mi hija sola en los momentos mas duros de su vida.

Aprovecho estas líneas para que tomemos conciencia todas y seamos “amigas” de verdad, esas que no se van porque cambiamos de estatus económico, porque dejamos de ir a los lugares que frecuentábamos. Si tienen hijos, enseñémosles a ser empáticos, a ser buenos amigos y a aprender a cultivar esas amistades. Dice en la biblia en Proverbios 17:17 “El amigo siempre es amigo, y en los tiempos difíciles es más que un hermano”. Le pido continuamente en mis oraciones a Dios que mi hija pueda encontrar esa clase de amigos y que sane, si hubiera, alguna herida en su corazón.

Aprendió que no hay una vida por delante tan asegurada, porque también en esta época mi hermano murió, su tío, y le tocó vivir este primer duelo tan cercano sin una amiga a su lado para que la acompañara. Pero estoy segura de que lo que viene para ella es algo increíble, porque una vez nos dijeron a mi esposo y a mí, varias cosas que ya se han ido cumpliendo, pero lo más importante y que guardé en mi corazón y regreso a esas palabras cuando tengo temor, es que ”Dios me dijo que Él tiene a mis hijos en la palma de su mano” y eso me regresa a esa paz que solo puede venir de Él.

Así que de esta manera es que creo firmemente, por medio de lo que hoy les comparto de mi hija, que SÍ hay una vida por delante. Mi consejo, desde el fondo de mi corazón, es que todas tratemos de creer lo mismo cada día.

Les dejo paz y amor.

Por: Rita Ambrosy
Escritora, Hotelera y Maestra
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