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Bienvenidas mujeres de todo el mundo…!

Lo que nadie ve

Ser madre en una época que exige tanto de la mujer es, sin duda, una hazaña maravillosa. Una mujer tiene la capacidad de cumplir con muchos papeles y todos ellos cumplirlos a cabalidad. Ese es un súper poder. 

Cuando nuestros hijos son pequeños batallamos por brindarles “la mejor educación”. Y cuando me refiero a “la educación” no estoy haciendo énfasis en aquella que se adquiere en un aula. Hablo específicamente de aquella educación que se adquiere de la vida, del roce social, de la convivencia, del día a día. Aquella que nadie ve.

La más difícil de enseñar quizá. Sí, porque esa educación no está plasmada en una lista de habilidades y destrezas dada por un currículo. Esa educación nace del seno familiar, de los valores humanos y de la sociedad misma. Esa que, muy posiblemente, tiene más valor que cualquier otra.

Cuando nuestros hijos son niños se nos hace fácil observarlos, guiarlos y corregirlos. Claro, están a nuestro lado y son tan nuestros que los moldeamos a modo que cumplan con nuestras expectativas. Esa etapa es sencilla, pues están allí bajo nuestra mirada. Pero llega el día en que ya no son tan nuestros. Llega el día en que ya no nos damos cuenta de lo dicen y cómo actúan. Llega el día que demuestran todo aquello que aprendieron de nosotros. Y no es precisamente matemática o un idioma.

Ese día es cuando se empieza a cosechar el fruto de aquella madre que pasó día y noche tratando de ser mejor para hacer mejor a su hijo. Aquella madre que no dormía en la época de exámenes pensando de qué forma ayudar a su hijo a comprender la materia. Aquella madre que rezaba muchas veces esperando encontrar consuelo o esperanza a su súplica. Aquella que, ese día, ve de lejos, muy lejos lo que su hijo es. 

Seguramente ninguno de nosotros hemos hecho conciencia de lo mucho que nuestras madres nos educaron con su ejemplo. Todas, desde las más cariñosas hasta las más exigentes. Desde las presentes hasta la más trabajadora. Todas nos formaron. El hecho de ver a una madre irse temprano a trabajar, regresar tarde, hacer cena, atender a la familia y descansar si el tiempo lo permite. O ver a aquella que trabaja tanto para mantener nuestra casa siempre impecable, nuestra comida lista, nuestra ropa limpia. En cada vuelta que da mamá hay un hijo tomando ejemplo de un adulto funcional.

Por eso, y por mucho más ¡gracias, mamá! Además de darnos la vida nos das, día a día, la guía idónea para vivir. Nos marcas el camino, nos modelas la templanza, nos llenas de ejemplos con tu lucha, tu fuerza y ese don de dar. Por eso ¡gracias, mamá! por todo aquello que nadie ve.

Lourdes López

Licenciada en Educación

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