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Bienvenidas mujeres de todo el mundo…!

Papi, ¡por favor no abuses de mí!

En Charlas en el salón, tenemos un giro, esta clienta fue atendida a domicilio y es en su propio hogar donde nace esta historia…

Llego a casa de Lucía, ella es blanca, muy delgada, desgarbada, cabello cobrizo muchas pecas, hermosa sonrisa, ojos oscuros grandes, cejas pobladas, su ropa excesivamente holgada no dejaban ver su figura. Muy parca comenta “necesito verme bien, esta tarde, entierro a mi papá”.   Toqué su hombro diciéndole ¡lo lamento!, ella suspira y me dice: “tranquila, está bien”. 

Llevaba el cabello largo, muy descuidado dando opción a un buen corte, depilé sus cejas por primera vez y terminé con un cepillado de puntas hacia afuera. Quedó hermosa para despedir al padre. Lucía se arreglaba únicamente dos veces al año.

Ese día, las pláticas se extendían por horas, a pesar que su madre una mujer manipuladora, ojos verdes, con unas cejas enormes, cabello teñido de negro, me daba terror… Un “buenas…” era lo único que escuchaba de ella.  Yo no le agradaba por escandalosa.

Un día comenta: “los hombres de mi vida, son todo un desastre”. En una de nuestras charlas, me cuenta que cuando tenía 7 años su padre quedó sin empleo, y ella se quedó en casa a su cuidado. En esa época él empieza a abusar de ella… Todo empezó cuando la bañaba, unas cosquillas, luego caricias que aparentaban ser divertidas y amorosas. Al empezar en un colegio, por cierto,  muy religioso, se da cuenta que algo está mal.

“A los 11 años desarrollé… mi papá empezaba a repugnarme cada día más”, decía.

Continuaba: “Siempre suplicaba “PAPI, POR FAVOR NO ABUSES DE MI” a lo que él respondía, que tenía derecho. Odiaba estar a solas con él, lo amenacé con decirle a mi mamá  y él decía: ella se suicidará si hablas. Decidí callar”.

“A los 14 años, me inscribo en un deporte para la defensa personal, era muy buena y se acabó, pude defenderme… Me rebelé”.

“A mis 16 años, se va con otra mujer, no dije palabra alguna, a nadie,  nos acoplamos a pesar de que mi madre amenazaba constantemente con matarse”.

Lucía tenía aparentemente una vida normal, con algunas terapias.  Al terminar la maestría, se casa con Felipe, novios de varios años, con quien no logra procrear en 10 años de matrimonio. Aunque Felipe si embaraza a la asistente de Lucía y decide hacer una familia con ella.

“Mi esposo me dejó  por mi asistente hace unos meses, renuncié a mi trabajo y así de simple,  le dan mi puesto a ella” con burla dice: “ya tienen un hijo”.

A pesar de lo fuerte que se miraba, se quebró y  dijo: “nunca entendí por qué los ginecólogos  y especialistas en fertilidad decían que mi cuerpo estaba bien, Felipe jamás se hizo exámenes, temía ser infértil. Empezamos un trámite de adopción, uuff…  Legalmente, es un proceso complicado”… Suspira con decepción y cólera “y me sale con estas, embarazó a Sara, quien aparentaba ser mi incondicional”. Con lágrimas recorriendo sus mejías, se limpia bruscamente con las manos. Con un gesto de burla, me dice “lo bueno es que ahora la que se ríe de los hombres soy yo, ya no me lastiman”,  sonriendo irónicamente.

Nuestra amistad solo era de salón a domicilio, ya que solo cuando se arreglaba, hablábamos por horas.  Nos identificábamos mucho, porque ambas estábamos en busca de una religión que nos llenara, estábamos de iglesia en iglesia, solo deseábamos encontrar a ese Dios maravilloso y de milagros del cual todos hablaban,  pero justo ahí está el error,  buscábamos religiones y no al Padre, pero teníamos que pasar por el proceso, para llegar a donde estamos hoy.

Pasa el tiempo y muere la madre de Lucía y decide hacer un viaje de 2 años. Al regresar, era una mujer totalmente distinta espigada, con un color de piel hermoso, había subido de peso y se miraba mejor que nunca, bueno… su cabello si estaba muy largo y reseco.  Sentí mucho  gusto de volverla a ver.  Me cuenta brevemente que había sanado, encontró a ese Dios que buscaba, ahora meditaba y muchas cosas sobre naturales, en ese momento no entendí, su cambio era tan grande que era irreconocible.

Salimos esa tarde, casi finales de agosto a celebrar su última noche de 49 años, a tomar un smoothie.  Ese día, se acerca un hombre maduro, hace una pregunta en francés, de inmediato ella responde. Literal, me ignoraron 15 minutos, salimos del lugar y ellos intercambiaron números.

Él tenía 60 años, europeo, sin hijos. Como siempre,  no supe nada más de ella casi en 6 meses.

A mediados de febrero me llama, me cuenta la vida maravillosa que tiene al lado de Pablo, viven juntos en casa de ella, aunque sabía que la estadía era temporal, él regresaba a su país en pocos días pero  habían quedado que ella lo alcanzaría en poco tiempo. 

Entre nuestra larga charla, dice: “creo que me vino la menopausia, llevo 2 meses sin periodo, me siento fatal, mucha nausea, de hecho, ese tratamiento que me aplicaste me descompuso el estómago horrible, me duelen los senos, me siento de malas, todo me cae mal,  perdón Ale”.

Con mucha pena, le pregunto ¿no estarás embarazada? Y responde con una gran carcajada “UY NOOOOO, ALE… ¿A ESTA EDAD?, recuerda que nunca me he embarazado” pero se queda callada unos segundos diciendo “Ale, sospecho que puede ser, pero estoy aburrida de tanta decepción, tengo miedo… Terror”. Le cuento que conozco un laboratorio que da el resultado en 15 minutos y vamos al lugar.

Nos dan el sobre,  suspira diciendo  “Ábrelo por favor, no quiero ver” cierra sus enormes ojos,   le digo es “POSITIVO”. Me grita con voz llorosa NO SE VALE QUE JUEGUES ASÍ CONMIGO” le enseño el resultado y se deja caer al suelo llorando a gritos. La señora del laboratorio le dice que no rechace al bebé y ella responde LO HE DESEADO TODA MI VIDA”. 

Decide hacer una vida estable con Pablo y nace Rita, al año Santiago. La pareja, hoy está agradecida con la vida y la bella oportunidad.

Como vemos la historia de Lucía, ella cargaba con el peso de ser una niña abusada por su padre, psicológicamente ella tenía terror de ser madre, lo cual bloqueaba su fertilidad; la hacía llevar  cargas y culpas a cuestas, sin saber que ella es inocente, el único culpable era ese padre pedófilo, que no le importó lastimar al único tesoro que tenía en el mundo. Le arruinó la vida y una madre manipuladora que amenazaba con suicidarse. Como ves, tuvo que sanar para ser madre.

Ningún padre es perfecto, pero no podemos condicionar a nuestros hijos, abusos, amenazas o destruyéndoles la vida. A pesar de todo, tenemos el poder de autosanar si nos lo propongamos.

Agradezco a Lucía por permitirme contar su historia, es una mujer admirable y fuerte. Esta historia puede ser la tuya, de tu amiga o la vecina…

¡Puedes salir adelante!, ¡denúncialo!, ¡no tengas miedo!, ¡tú tienes el poder!

Alejandra Arriaga
Estilista y maquillista profesional
FB: https://www.facebook.com/mistica.salonspa2000/
Celular: 55940434

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2 comentarios

  • Alejandro Arévalo

    Vale la pena reflexionar, sin querer defender ni mucho menos solapar a ese pedofilo repugnante del padre. Es solo hacer incapie que ese padre fue un niño a la tutela de una mujer su madre que es al punto que quiero llegar.
    No consientan a sus hijos varones haganlos hombres integros no servidos, que respeten a la mujer y habran dejado hombres de bien que sabran llevar una vida de bien.

    Linda Historia Ale

  • Ingrid Lau

    Exelente historia, lamentablemente existen muchas mujeres en esa situación y prefieren callar, por eso debemos enseñarles a nuestros hijos que no importa lo que pase siempre los vamos a amar y que si alguien les dice lo contrario no deben de creerlo por que eso es lo primero que un abusador hace decir que no te van a querer, que nadie te va a creer que si le cuenta a alguien va a hacerle algo a tu familia etc, etc. La verdad es que Dios sana cualquier herida y no hay nada mejor que entregar a el nuestro corazón para que sane todas las heridas y así vivir una vida plena.

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