Empezar de cero confiando plenamente en Dios
Empezar de cero ha sido una de las constantes a lo largo de mi vida personal y profesional. Muchas veces las circunstancias no son tan favorables con entornos tóxicos que me han llevado a tomar la decisión de poner fin a ese capítulo, agradeciendo cada una de las experiencias y aprendizajes adquiridos en esa etapa.
Resulta que no es un proceso fácil el tomar una decisión tan importante de dejar atrás una relación de pareja, una amistad, un trabajo fijo o un proyecto a título como consultor. Sin embargo, esta decisión es producto de un análisis de todos los factores positivos y negativos (aunque en esas circunstancias pesan más los no tan favorables). Así como de observar cambios anímicos, físicos y psicológicos de lo que se está afrontando.
Este análisis lleva también a replantearse qué queremos y cuáles son nuestras prioridades, una de ellas, para mí en este momento de mi existencia es la paz, esa que no tiene precio pero que nos aporta un equilibrio y sensación de bienestar integral. Es precisamente esa paz y tranquilidad la que me mantiene a flote porque es en los momentos de tribulación donde descanso y confío plenamente en los tiempos de Dios.
Desde pequeños nos programan con ideas como más vale un ingreso seguro y en todos los lugares siempre van a existir problemas, pero qué pasa cuándo estos condicionamientos exceden el límite de tolerancia y empiezan a desgastarnos al punto de mantenernos irritables, cansados, agobiados y desesperados. Y es justamente con esas manifestaciones en que debemos ser sensatos y buscar una orientación para poder desarrollar inteligencia emocional para sobrellevar de mejor manera este desgaste, porque en muchos de los casos dejamos que las situaciones nos sobrepasen y reaccionamos explosivamente.
¿Cuántas veces tomamos la valiente decisión de poner punto final esas situaciones de desgaste y que atentan contra nuestra salud mental? Esta es una pregunta que me da vueltas en mi cabeza y que hace algún tiempo atrás una conocida me contaba su experiencia de haber renunciado a su empleo por el mal clima laboral y así dio su “salto de fe”. Me quedé con la interrogante ¿en qué consiste ese salto de fe?, y no es más que valorar nuestro bienestar por encima de la estabilidad laboral, con la firme convicción que Dios siempre proveerá y no nos desampara nunca, menos en las crisis que se nos presentan.
Entonces este poner punto final a un empleo o cualquier otro tipo de relación nos lleva a la búsqueda de nuevas oportunidades y a poner en marcha otras aptitudes y competencias para poder continuar viendo hacia adelante con la firme convicción que pronto estaremos emprendiendo un nuevo proyecto, el que nos de satisfacción y alegría.
Sin embargo, el reiniciar requiere de coraje, valor y entereza para enfocar las energías en las nuevas lecciones de vida, estando siempre vigilantes a nuestras emociones, esas que nos permiten identificar cómo nos sentimos y a qué debemos prestar atención para no ser presas de entornos tóxicos y empezar de nuevo el ciclo de angustia, depresión, ansiedad, insomnio y mal humor que nos perjudican a nosotros y a nuestro círculo cercano. Procuremos entonces cuidar de nuestra salud mental y nuestro bienestar integral.
Seamos seres propositivos, que nos motive el servicio y el impactar positivamente la existencia de nuestros semejantes. Aprendamos a soltar, avanzar y a esperar que la misericordia de Dios nos alcance y acompañe cada día de nuestro paso por esta vida.
Por: Patricia Orantes Alarcón Comunicadora Social
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