La “pequeña Ucrania” del sur de Brasil acoge a refugiados de guerra
Por: dpa
De pronto, Ucrania parece cercana incluso en el sur profundo de Brasil. Detrás de una colina verde se eleva una placa de piedra en forma de una iglesia con una cúpula bulbosa. Sobre ella se encuentran retratadas una araucaria, típica de la región, y un huevo de Pascua decorado al estilo ucraniano. Y también se lee el nombre de la localidad en escritura latina y cirílica: Prudentópolis.
Sin embargo, no se trata de un cartel de bienvenida para los recién llegados desde la ciudad de Járkov, en el este de Ucrania, a unos 12.000 kilómetros del lugar. Prudentópolis, rodeada de naturaleza salvaje, es considerada la “pequeña Ucrania” de Brasil por sus numerosos descendientes de ucranianos y su arquitectura bizantina.
Pero también a Brasil llegaron casi 200 refugiados de la guerra. Más de 25 de ellos se dirigieron a Prudentópolis. “No sabía nada sobre Brasil y me imaginaba una selva e indígenas”, dice Anastasia Ivanova.
Esta ucraniana de 22 años se encuentra sentada junto a su madre y sus hermanas en un apartamento del centro de Prudentópolis. “No sabía siquiera qué idioma se habla en Brasil”, añade. Por eso, mayor aún fue la sorpresa de esta joven mujer cuando se enteró de que el ucraniano es el segundo idioma oficial en la ciudad.
Prudentópolis es un lugar tranquilo, con decenas de iglesias y edificios con cúpulas bulbosas en la ciudad y sus alrededores. De acuerdo con las informaciones, alrededor de tres cuartos de los 53.000 habitantes son descendientes de ucranianos. En total, Brasil cuenta con alrededor de 600.000 habitantes de origen ucraniano que viven sobre todo en el sur del país.
Rodrigo Michalovski es uno de ellos. “Crecimos con las historias de nuestros padres y abuelos sobre cómo llegaron nuestros antepasados”, dice el hombre de 31 años. Los primeros inmigrantes de la entonces Galitzia llegaron alrededor de 1890, ya que el Imperio de Brasil les ofrecía tierra fértil. Durante la Segunda Guerra Mundial, las ciudades de la zona también acogieron refugiados.
Ahora llegaron nuevos refugiados, lo que fue posible gracias a una red mundial de personas con ganas de ayudar, sobre todo de las iglesias. “Fuimos recibidos aquí de una manera que no esperábamos”, cuenta Ivanova. Le gusta la gran cantidad de luz que tiene su vivienda y está contenta. Cuenta que el alcalde y otras personas le dieron la bienvenida y que en muchos balcones ondean banderas ucranianas.
Dado que Prudentópolis se encuentra relativamente aislada y los vínculos religiosos son fuertes, la cultura y el idioma ucranianos se mantuvieron a lo largo de generaciones. “Tengo mucho amor por mi patria”, dice Adélia Bohatchuk. La mujer, de 85 años, vive desde que tiene un año en una típica casa ucraniana en Prudentópolis. Pero cuando habla de patria se refiere a Ucrania.
“Cuando abandonamos Járkov no sabíamos a dónde íbamos”, afirma Ivanova. Sus hermanas Sofia, de 13 años, y Ruslana, de seis, están sentadas en el sofá, acurrucadas junto a su madre. Desde Poltava, en el centro de Ucrania, escucharon acerca de un grupo que había sido bien recibido en Brasil.
La decisión fue difícil. Pero a último momento, Ivanova estuvo de acuerdo. El viaje hacia lo desconocido fue en autobús y avión a través de Leópolis, Varsovia, Fráncfort, São Paulo y finalmente Prudentópolis. Ivanova se siente una extraña al otro lado del mundo, aunque se reconoce en algunas cosas, como las pysankas, los huevos de Pascua decorados que se encuentran en la Plaza Ucrania de la ciudad.
El grupo de bailes típicos “Vesselka” se reúne con regularidad. Michalovski, de 31 años, es uno de los que participan. Ensayan casi todos los días en el “Clube Ucraniano”. Detrás del escenario se abre todo un tesoro con trajes típicos y objetos tradicionales, y en la galería de presidentes del “Vesselka” también encontró su lugar el presidente ucraniano Volodímir Selenski.
“Lo percibimos como si se tratara de un ataque personal, como si estuvieran masacrando a nuestros vecinos y destruyendo nuestros jardines”, asegura Michalovski sobre la guerra en Europa, mientras muestra trajes típicos de Ucrania que se usan en Prudentópolis para las fiestas y ferias. Este dentista ya estuvo varias veces en Ucrania y en las últimas semanas se convirtió en un casi embajador de la ciudad brasileña.
El 24 de febrero, cuando Rusia atacó a Ucrania, el alcalde Osnei Stadler invitó a personas de Ucrania. El Gobierno brasileño les brinda una visa humanitaria. Stadler espera que los recién llegados se sientan a gusto con facilidad, refuercen la herencia ucraniana y decidan quizá quedarse, al igual que los inmigrantes de entonces.
“No planificamos mucho, vivimos el aquí y ahora”, asegura Ivanova. Dice que sus hermanas irán ahora a la escuela, ya que en Prudentópolis hay clases bilingües. Ella misma, que es profesora de canto y ya canta en la iglesia, dice que nunca antes había estado fuera de Ucrania. Ya en Brasil, quiere conocer pronto Río de Janeiro y São Paulo.
“En realidad pensaba en venir a Brasil solo a esperar a que termine la guerra”, cuenta Ivanova. Pero ya no está tan segura. Confiesa que cuando Járkov fue bombardeada, sintió que algo se rompía en ella. “Aquí, la vida continúa”, afirma.
Su madre está preparando pelmeni para el almuerzo, unas pastas rellenas ucranianas que los restaurantes de Prudentópolis sirven hoy en día con los frijoles negros brasileños. Ivanova confiesa: “Somos muy felices aquí”.
Por: dpa