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Pequeños y desobedientes: ¿cómo lidiar con la rebeldía infantil?

Por: dpa

Los niños necesitan atravesar un periodo de rebeldía caracterizado por enfados, decepciones y rabietas en su camino hacia la independencia. Y, si los padres lo enfrentan correctamente, los hijos se beneficiarán de ello más adelante.

¿Su hijo se va corriendo en lugar de ponerse el abrigo? ¿O se pone a llorar si no consigue lo que quiere justo en ese momento? No es de sorprenderse, porque entre los dos y los seis años las situaciones más sencillas pueden desatar un fuerte capricho.

Esta fase de autonomía, como se denomina el momento en que el niño empieza a ser independiente, suele ser estresante. ¿Cómo reaccionar ante los ataques de enojo? ¿Y cómo pueden aprender los niños a lidiar con sus arrebatos emocionales? A continuación se brindan un par de consejos.

“La rebeldía comienza ya cuando los niños son bebés”, asegura Susanne Mierau, pedagoga y autora de libros sobre el tema. Por ejemplo, cuando el pequeño o la pequeña se resiste a que le coloquen los pañales.

La fase máxima de las aspiraciones de autonomía ocurre entre los tres y los cuatro años. En ese tiempo, los niños descubren que tienen una voluntad propia y que pueden decidir, pero se ven limitados al manifestarla.

La frustración y la decepción forman parte de la cotidianidad de los niños pequeños, edad donde se descubren muchas cosas nuevas. “El cerebro aún se encuentra en etapa de maduración”, señala Arnold. Y agrega que los niños primero deben aprender a manejar sus sentimientos.

Mantenerse tranquilo, respirar, estar ahí

Por lo tanto, la rebeldía no es un mal comportamiento, sino una necesidad interior que tiene que salir a la luz. “Si los sentimientos se reprimen, vuelven después como un boomerang“, advierte el terapeuta familiar. Estos niños suelen llamar más la atención en la escuela primaria o durante la pubertad.

El experto recomienda que, si el niño o niña reacciona con rebeldía, el adulto deberá intentar mantenerse tranquilo, respirar profundo y aguardar. 

Frecuentemente, sugiere, ayuda no hacer caso de la rabieta y simplemente permanecer cerca del niño o niña, con contacto físico, por ejemplo, de ser posible. Intentar convencer al pequeño o pequeña, aclara, no sirve de mucho.

Si la protesta disminuye, los niños deberían aprender de su comportamiento. Arnold recomienda hablar de manera sucinta sobre la situación, de modo de ponerle palabras al enojo.

También ayuda proponer soluciones para disipar la frustración. En lugar de pegarle a otro niño, puede patalear con los pies contra el piso o boxear una almohada.

Mostrar comprensión y ofrecer alternativas

Los padres también deberían mostrar comprensión por los sentimientos de sus hijos y decir, por ejemplo, ‘puedo entender que te guste comer chocolate.

Sin embargo, no por eso tienen que ceder, pero pueden ofrecer una alternativa: comer otra cosa o pasar un rato en el espacio de juegos. Además, cuando a los niños se les permite participar en las decisiones en la vida cotidiana, suelen experimentar un mayor grado de satisfacción en su totalidad.

Quien conoce cómo piensan, sienten y actúan los niños puede evitar ciertos conflictos. La pedagoga Mierau propone brindarles confianza a los niños en pos de una mayor autonomía.

Cuando, por ejemplo, un niño no quiere vestirse, “puede aprender qué vestimenta necesita y tomarla él mismo del armario”, sugiere la especialista.

A su vez, los padres no deben apresurarse a decir “no” cuando el o la menor se proponga participar, ayudar o probar algo nuevo. “Algunos niños oyen tantos ‘no’ en la vida cotidiana que se frustran. Entonces ya directamente no prestan atención a un ‘alto’, ‘basta’ o un ‘no’ de los padres”. Y, en situaciones de peligro, esto puede convertirse en un verdadero problema.

Normas y procedimientos fijos dan estabilidad

“En la vida cotidiana ayudan las reglas claras y los procedimientos ritualizados, para que se genere menos frustración”, explica Sebastian Arnold. En especial durante la mañana y la noche, cuando los niños aún tienen sueño o ya están cansados.

Asimismo puede convertirse en un ritual el proceso de ordenar. Diez minutos cada día, o mientras suena la música.

Los niños necesitan límites. Pero “los padres pueden ceder. Aunque debe haber cuestiones que no son negociables, como por ejemplo meter los dedos en el enchufe o correr a la calle”, puntualiza.

También es importante ser perseverante en temas de salud, como la higiene dental. A veces también ayudan palabras positivas: “Si cepillamos los dientes ahora, entonces tendremos más tiempo luego para leerte algo”, sugiere Arnold.

Ser un ejemplo

La forma en que el niño afrontará la frustración también dependerá de los modelos de conducta de su entorno. “Si los padres manejan bien los conflictos y las discusiones, el niño puede aprenderlo bien”, dice Arnold. “Pero si usted mismo se sienta en una esquina enfadado y ofendido, o grita y está de mal genio, el niño también lo hará”.

Luego de esta fase de rebeldía, los niños deberían poder manejar situaciones de ira con una mayor tolerabilidad social.

Entonces, un “no” de los padres no conducirá tan rápidamente a una fuerte reacción emocional, sino a una discusión del tema. Algo que para los padres definitivamente será más agradable.

Por: dpa

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