Somos más que emociones
Por: Eloisa Dieguez
Por mucho tiempo se nos hizo creer que los cerebros de las mujeres funcionan de forma distinta a los de los hombres, pero esta idea surgió mucho antes de que existieran métodos para observar la actividad del sistema nervioso y tampoco existían todos los avances que la neurociencia nos ha traído. Sin embargo, durante siglos se utilizó como justificación para mantener los roles sociales que relegaban a la mujer al hogar y al cuidado de los hijos, alejándola de la turbulencia de la vida intelectual, política, artística y científica.
La buena noticia es que “somos más que emociones” somos más que “roles sociales” o etiquetas en las que nos han querido encasillar. En noviembre del 2019, Fernanda Pérez-Gay Juárez, escribió un artículo para la GACETA UNAM el órgano informativo de la Universidad Nacional Autónoma de México, que tituló ¿Tiene género el cerebro? Y basada en este artículo quiero compartir contigo información que seguramente será reveladora.
Fernanda, inicia su artículo con este término “Neurosexismo”, y comparte que una de las primeras anécdotas de neurosexismo se remonta al trabajo del neurólogo Paul Broca, quien comparó 292 cerebros masculinos con 140 cerebros femeninos y encontró que el cerebro de la mujer pesaba 181 gramos menos que el del hombre. Para Broca, esta diferencia en la masa cerebral era una confirmación inequívoca de la inferioridad de la mujer.
Aún sabiendo que la diferencia en masa cerebral podía ser explicada por la estatura y la complexión femenina, Broca no intentó relativizar el efecto y agregó que no podía establecer la totalidad de la diferencia puesto que “sabemos a priori que las mujeres son menos inteligentes que los hombres”, cuando leí esto pensé… “What’s the matter with you”, les confieso que me molestó muchísimo y claro, mi yo emocional saltó desde aquella hamaca en donde leía jajaja, aproveché ese salto emocional lleno de curiosidad para seguir investigando más del tema.
Durante ese proceso de exploración, me encontré con un ejemplo moderno ocurrió en un controvertido estudio, publicado en 2013 por la Dra. Ingalhalikar et al., que comparó el mapa de conexiones del cerebro de 428 hombres y 521 mujeres. El estudio encontró que los hombres tenían más conexiones dentro de los hemisferios, mientras que las mujeres mostraban más conexiones que cruzaban de uno a otro hemisferio. Concluyeron, a partir de sus datos, que “el cerebro de los hombres facilita la conexión entre percepción y acción mientras que el de las mujeres facilita la comunicación entre procesamiento analítico e intuitivo”, una interpretación sesgada por el estereotipo hombres-acción – mujeres-intuición.
Además, el boletín de prensa anunció el estudio como una posible explicación de por qué “los hombres son mejores para leer mapas y las mujeres mejores para el multitasking y para crear soluciones aptas para un grupo”, extrapolando las diferencias en estructura cerebral al desempeño en tareas que los sujetos nunca realizaron dentro del escáner y que casualmente correspondían a creencias de la psicología popular. Este ejemplo, entre muchos nos muestra que ni las tecnologías más avanzadas escapan a la sed social de perpetuar ese dicho simplista de que “los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus”.
Crecí escuchando acerca de las diferencias de género, consideradas por algunos como adaptativas y complementarias: los hombres tienen mejores habilidades motoras y espaciales y las mujeres mejor memoria, habilidades emocionales y mejor cognición social. Esas y otras han constituido secularmente el caldo de cultivo de un neurosexismo de débil fundamentación.
Luego de leer estudios, artículos llegué a la conclusión que ningún estudio científico serio “ha demostrado hasta hoy que los hombres sean más inteligentes que las mujeres o viceversas” por lo tanto, ninguna diferencia cerebral observada entre sexos “justifica ningún tipo de exclusión o discriminación de la mujer” en mis más de diez y ocho años de experiencia trabajando en áreas de recursos humanos puedo aseverar que los cerebros femenino y masculino son mucho más iguales de lo que se ha venido considerando.
En el año 2008 conocí el BTSA (Benziger Thinking Styles Assessment) una herramienta cuyo objetivo es mejorar el autocontrol, la eficacia grupal y las capacidades de colaboración. Esta prueba, diseñada por la doctora Katherine Benziger, analiza básicamente las personalidades tomando en cuenta cuatro aspectos cerebrales independientemente del género, estos son el basal izquierdo, basal derecho, frontal derecho y frontal izquierdo. Cada uno de estos lados se relaciona con cuatro factores: pensamiento, sentimientos, sensaciones e intuiciones.
A lo largo de estos 14 años he aplicado esta herramienta a muchísimos colaboradores, líderes, ejecutivos, adolescentes y familias, en donde los resultados no tienen nada que ver con su género, pero sí con su dominancia cerebral o su estilo de pensamiento (como les llama la Dra Benziger).
Para quienes están leyendo por primera vez acerca de este assessment, explicó muy rápidamente, el basal derecho y el frontal derecho son el cerebro derecho de cualquier hombre o mujer, el basal izquierdo y el frontal izquierdo son el cerebro izquierdo de cualquier hombre o mujer, conocer cuál es mi estilo de pensamiento me permite autogestionar mis creencias, mi personalidad, mis comportamientos partiendo de que no soy isla, sino un ser que interactúa todo el tiempo y para lograr mis objetivos, para colorear una mejor versión de mí necesito ser consciente de cómo soy y como son quienes están a mi alrededor para beneficio de un proyecto en el trabajo, de una meta en el hogar, de un sueño en la pareja, en fin, las mujeres somos más que emociones.
Hombres y mujeres somos iguales, diferentes y complementarios.
Por: Eloisa Dieguez
Esposa, Madre, Hija y Amiga
Profesional de Gestión Humana
Life, Executive & Team Coach
FB e IG @emergeconsultoria