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Mi miedo y mi temor

El miedo es una emoción natural que nos protege de un peligro real. Es una respuesta emocional que tenemos ante una situación que nos resulta amenazante. El miedo constituye un mecanismo de defensa para nuestra supervivencia, para que las personas respondamos con rapidez. Nunca podremos eliminar el miedo de nuestras vidas, ya que es innato a nuestra naturaleza. Si no existiera el miedo en nosotros, probablemente ya no viviríamos.

Hay tres reacciones clásicas ante el miedo, huir, paralizarte o contraatacar.  Genera respuestas fisiológicas, corporales y conductuales, aumenta el ritmo cardiaco, sudoración y dilatación de las pupilas, así como liberación de hormonas como cortisol y adrenalina, cambios que sirven para que en el momento de la amenaza podamos utilizarlos como defensa.

Sin embargo, cuando el peligro no es real, el miedo se convierte en patológico, ¿qué lo vuelve patológico?, “lo vuelve patológico por la intensidad y la durabilidad”.  Y lo peligroso de esto, es que nuestro cerebro puede procesarlo como que fuera real, por eso la única forma de vencer al miedo patológico, es sí sabemos identificarlo y sí sabemos enfrentarlo.  El miedo patológico o temor, es una emoción artificial y provoca que huyas o te paralices ante una amenaza imaginaria, es especialista en arruinar tu presente, por ende, pone en riesgo tu futuro, además de causarle estragos a tu salud, por el exceso de cortisol en tu cuerpo, la llamada hormona del estrés.

Quiero contarte una experiencia muy personal que tuve con relación al miedo real y al miedo patológico, por fuerte que parezca el miedo real fue más fácil que el miedo patológico y te contaré por qué. Una vez estando en mi casa, recuerdo que fue un miércoles 21 de septiembre, tipo 9 de la mañana, mi bebé durmiendo en su habitación, entró un ladrón.  

Al momento que yo lo vi subiendo las gradas hacia donde yo estaba, pensé ¿quién es él? y ¿por qué está en mi casa?, inmediatamente salí corriendo a mi balcón y empecé a gritar, yo quería huir, pero mi balcón estaba en el tercer piso, así que sólo cerré la puerta de vidrio por el lado de afuera y él trataba de abrirla por el lado dentro. 

Luego pensé que se iba a llevar a mi bebé, así que decidí luchar, abrí la puerta y me enfrenté a el ladrón, él me apuñaló varias veces en mi cuerpo, me perforó el diafragma, una costilla, el pulmón y una arteria principal de mi brazo. En ese momento cuando todo esto estaba ocurriendo te puedo decir que luché contra él con todas mis fuerzas, que no sentí los cuchillazos porque mi adrenalina y el cortisol estaban tan altos que hicieron que mi cuerpo no sintiera el dolor.

No tengo la menor idea cuanto tiempo duró el incidente posiblemente 15 o 20 minutos o incluso menos. Luego de esto, me quedé desangrando, perdí el 60% de mi sangre, no se llevó a mi bebé, arrastrada como pude busqué el teléfono y llamé a los bomberos cinco veces porque me colgaban, ellos creían que era broma, porque me decían: “niña deje de molestar” y me colgaban (aprovecho para recordarles que eduquemos a nuestros chicos para que llamen a los bomberos sólo en caso de emergencia y no para molestar).

Llamé a mi esposo, a mi suegra y a unos vecinos porque quería dejar a mi bebé con alguien que yo conociera y no dejarlo solito, así que eso hizo que me mantuviera despierta, aunque en realidad lo que yo deseaba muchísimo era cerrar mis ojos y dormir, era como si mi cuerpo ya no podía más.  A la quinta vez que llamé a la estación de bomberos, el bombero si me atendió y me hablaba diciéndome que aguantara, que la ayuda ya estaba en camino, para que yo siguiera consciente.

Casi al mismo tiempo llegaron todos, los bomberos, una amiga me llamó justo y se vino a mi residencia trayendo a la policía. Llegó también mi vecina, los guardias de la garita, mi suegra, en fin; que sólo vi que cargaron a mi bebé y me dijeron Wendy ya lo tengo, y me desvanecí, apenas y tengo algunos flash back cuando me bajaron de las gradas en la camilla, de ir en la ambulancia tomada de la mano de mi esposo, de una cortina roja al entrar a la emergencia del hospital y luego no más, pues estuve en coma varios días.

Mientras estuve en coma, te puedo decir que, en mi experiencia personal, fue como estar dormida, no sé si fue un sueño o una visión, solo sé que pasó y fue muy real. Yo estaba en una galera inmensa, alta, limpia, abierta, llena de toneles grandes, muy ordenados en varias filas, estos toneles sacaban humo blanco en formas de columnas muy potentes y yo me dije ¿en dónde estoy? Y escuché una voz muy clarita que me dijo, estas son las oraciones que los justos están haciendo por ti.  Yo me paseaba dentro del lugar. Así que yo soy una fiel testigo de que tus oraciones sí se elevan al cielo, pues yo las vi.

Tras pasar este proceso tan doloroso y difícil, vino el miedo patológico acompañado del físico también, el más prolongado sin duda y muy, muy difícil de superar. El regresar a vivir a mi vivienda fue un reto extremadamente grande, no podía acercarme a mi habitación, si caminaba hacia cualquier lugar mis pies me pesaban como si fueran de plomo, no aguantaba estar sola, y no dormía porque el pánico y terror estaban apoderados de mí.  

Mi recuperación física también estaba muy mal, pues me tuvieron que hacer una operación abdominal para evaluar daños internos, así que mi cuerpo no toleraba nada de comida, estaba tan deshidratada que ya no tenía venas visibles para colocarme la sonda del suero y me dolía respirar porque me había perforado el pulmón y el diafragma. Además, tenía una tos tan aguda, pues al colocarme el tubo en mi garganta era de talla grande y me pasó rasgando mi tráquea por eso me dolía todo al toser.  

Me pusieron 70 inyecciones de hierro y no menstrúe por seis meses, por la pérdida de sangre. Me dijeron que los dedos de mi mano derecha quedarían inmóviles porque había cortado los nervios, tendones y ligamentos, por ende, mi brazo no lo podía estirar y hasta lo sentía más corto. Bajé muchísimo de peso, me envejecí al colmo que personas que no me conocían creían que mi esposo era mi hijo, y eso que él es siete años más grande que yo (se imaginan como me habrán visto). Para terminar de ajustar me dijeron que era muy riesgoso volver a quedar embarazada, pues la costura de mi abdomen era demasiado grande para darme el lujo de estirarla con un embarazo.       

Quería olvidar el trauma, así que nadie podía tocarme el tema, no tenía valor de poder hablar con nadie de esto, no soportaba ver ninguna escena violenta en la televisión o periódicos (por cierto, que esto fue noticia en uno de ellos). Tampoco aguantaba ver cuchillos grandes, los ataques de pánico y ansiedad se apoderaban de mi casi todo el tiempo. La sensación que tenía es que el ladrón iba a regresar. Lo poco que lograba dormir, era para tener pesadillas de lo sucedido.  Me estaba torturando y lo peor es que no sabía cómo superarlo.

Hoy vuelvo atrás y al escribir esto pienso, ¿qué fue lo que me sirvió para aprender a vivir con esto, sin que sea este trauma el que me domine?  Te puedo decir que orar, aferrarme a las promesas de Dios, en esos momentos tan oscuros me ayudó muchísimo.

Dios ha sido mi refugio, mi auxilio, mi socorro, mi ayudador. Cuando en la Biblia dice que Dios está conmigo, cuando me dice que no tema, cuando dice que la paz que sobrepasa todo entendimiento y cuidará nuestros corazones.  Cuando dice que, aunque un ejército acampe alrededor de mí, mi corazón no temerá porque Él está conmigo; cuando dice que su vara y su cayado me infundirán aliento, y cuando dice que el perfecto amor echa fuera todo el temor. Fueron promesas que aprendí a hacerlas mías para poder continuar.

Otro aspecto vital para enfrentar este miedo es mi red de apoyo, mi familia, mis amigos ¡wow! Sin ellos no sé dónde hubiese estado, sus oraciones, su apoyo y su compañía, así como su servicio, sus muestras de cariño, su ayuda económica, etcétera.

Venían a visitarme y salían llorando al verme tan mal.  Eso me demostraba que les importaba. Recuerdo como mi suegra me bañaba, como mi mami viajó de otro país para estar conmigo, como mi esposo se hizo cargo de nuestro bebé y como todos estuvieron allí para mí.  Otro factor decisivo, fue el personal médico y bomberil, gracias a Dios por la ciencia y los profesionales que auxilian para salvar vidas.

Un factor muy grande que me ayudó a continuar fue mi bebé que tenía ocho meses en ese momento, y fue ese motor, esa palanca, esa fuerza para seguir.  Incluso el sueño de darle un hermanito me daba la esperanza de que me iba a recuperar y que lo iba a lograr.

Si tu estás viviendo ese miedo patológico, esa ansiedad tan destructiva, quiero decirte que te entiendo, sé que es horrible y que quieres salir. Por favor quiero que sepas que dentro de ti está la medicina que necesitas, la autorregulación a través de respiraciones controladas, hacen que tu cerebro baje el nivel de ansiedad de rápida a media.

La conexión espiritual con nuestro Hacedor es primordial. La detección de pensamientos, que seas consciente de lo que estás pensando y evalúes si es una amenaza real o imaginaria será de mucha ayuda. Pon tus pies sobre la tierra, en el aquí y el ahora, ve tu presente como un regalo del cielo, por eso se llama presente, recuerda que entre más lo disfrutes, tus posibilidades futuras mejoraran de forma abismal.  

Reconoce y expresa lo que sientes, al sacarlo de ti a través de palabras, lágrimas, gritos, dibujos, pintura o escritos y es como si liberaras un absceso que te está consumiendo.  Exponerte de manera gradual a tus miedos y superarte a ti misma es necesario y obligatorio si quieres que se acaben en verdad.

Ejercítate, mejor si son ejercicios donde necesites ponerle mente a la actividad, por ejemplo, pin pon, nadar, incluso ajedrez o rompecabezas, pues esto puede hacer que te desentiendas de problemas, aunque sea por ciertos momentos.

Haz que tus hábitos de sueño sean importantes pues el dormir bien, también te generará mayor bienestar, busca alimentos ricos en omega 3 y B12 (nueces, pescado, aceite de oliva, aguacate, hígado, etc.), puesto que nutren tu cerebro, ayudan a disminuir la ansiedad y depresión. Retoma lo que te apasiona hacer, si tienes propósitos claros pueden motivar a tu voluntad para continuar y por último y no menos importante busca ayuda de un profesional de la salud mental, a mí me tomó mucho tiempo hacerlo, porque tenía miedo de revivir esto, sin embargo, en mi mente siempre estaba, ahora puedo contarlo, escribirlo y hasta compartirlo y soy más fuerte y más valiente.

Hoy puedo decirte que disfruto estar en casa, mi hijo ya tiene a una bella hermanita, mis dedos funcionan a la perfección y mi brazo tiene la fuerza, tamaño y movilidad tan normal como el izquierdo, me han calculado diez años menos y hasta menos. En mi balcón, donde tiempo atrás pegué gritos de terror, me vienen a visitar, cantar y hasta tocar la ventana diferentes clases de pajaritos. Si yo pude, estoy segura de que tú también podrás.  Espero esta historia de vida haya sido de tu utilidad.

Es un gusto escribirte, hasta una próxima.

Es un gusto escribirte, hasta una próxima.

Por Wendy Figueroa

Licda. En Admón. de RRHH

Orientadora Familiar

Correo: detallesconamorwf@gmail.com

Instagram: https://www.instagram.com/wendypfigueroa/

FB: https://www.facebook.com/wendypahola.figueroafigueroa

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